martes, 21 de mayo de 2013

EL TERRITORIO DEL CAMALEÓN


Muchos niños y adultos sueñan con ser invisibles. Quien no ha sido invisible alguna vez durante un tiempo determinado o mejor, quizás, durante un tiempo indefinido. Ser invisible a tu antojo, a ratos o permanentemente. Mirar el mundo desde una ventana, sentado tranquilamente, observando, analizando, dormitando. Estar en un limbo en el que nadie te ve, ni te escucha. Como si fueras un camaleón, que en cualquier sitio parece estar tan mimetizado con el entorno, que es como si no existiera. Puedes saltar, gritar, golpear, escupir, pelear y hasta quemar, pero sigues siendo invisible, sigues siendo un camaleón. A veces lo intentas con un gran esfuerzo, ser visible, pero te das cuenta que jamás lo conseguirás y vuelves a tu lividez, a tu trasparencia. Pasado un tiempo lo vuelves a intentar, pensando que algo ha cambiado y te crees visible durante una temporada pero al final vuelves a ser etéreo. Te miras las manos, los brazos, las piernas y no ves nada. Te miras en el espejo y ves a alguien, pero alguien difuminado, si mantienes la vista en el espejo, en unos minutos acabas por diluirte. No es un desaparecer físico, a veces sí, es una invisibilidad con el entorno, pierdes el volumen, te quedas plano.

Todos hemos sido camaleones en algún momento, algunos durante un rato solamente, otros intermitentemente y otros de forma permanente. Quizás porque estamos en el medio, en tierra de nadie, ni somos los más grades, ni tampoco los más pequeños, ni los más fuertes, ni los más débiles. Estamos en el territorio del camaleón, el territorio de los trasparentes, en el fabuloso territorio de las ensoñaciones.

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