lunes, 30 de junio de 2014

LA SUSTANCIA CON LA QUE SE TRENZAN LOS SUEÑOS


No hay nada malo en que tengamos nuestros propios intereses, pero tampoco hay que renunciar a ellos siempre para dar prioridad a los de tu vecino. Los nuestros, desde luego, son tan respetables como los suyos y lo demás son cuentos. Pero si nos fijamos, la palabra "interés" viene del latín inter esse: lo que está entre varios, lo que pone en relación a varios. 

Nuestro interés siempre es relativo. Esto quiere decir que nuestro interés no es algo exclusivamente nuestro, como si viviéramos solos en un mundo sin humanos, aislados, sin tener relaciones humanas, no somos Robinson Crusoe. Nuestro interés nos pone en contacto con otras realidades tan "de verdad" como las nuestras.  De modo que todos los intereses que podamos tener son relativos según otros intereses, según las circunstancias, según leyes y costumbres de la sociedad en que vives; salvo un interés, el único interés absoluto: el interés de ser humano entre los humanos, de dar y recibir el trato de humanidad necesario sin el que no puede haber una "buena vida". 

Por mucho que pueda interesarnos algo, si miras bien nada puede ser tan interesante para nosotros como la capacidad de ponernos en el lugar de aquellos con los que tu interés te relaciona. Y al ponerte en su lugar no solo debes ser capaz de atender a sus razones, sino también de participar de algún modo en sus pasiones y sentimientos, en sus dolores, anhelos y gozos. Se trata de sentir simpatía por el otro, o si prefieres compasión, (ambas voces tienen etimologías semejantes, la una derivando del griego y la otra del latín), es decir ser capaz de experimentar en cierta manera al unísono con el otro, no dejarle del todo solo ni en su pensar ni en su querer, hacer el esfuerzo de entender que el otro es tan humano como tú y sus intereses son los tuyos también, aunque en un principio nos cueste reconocer que humanamente todos los intereses están relacionados y sus intereses también son los nuestros. Reconocer que estamos hechos de la misma pasta, a la vez idea, pasión y carne. O como lo dijo más bella y profundamente Shakespeare: "todos los humanos estamos hechos de la sustancia con la que se trenzan los sueños". Que se note que nos damos cuenta de ese parentesco y sirva para vivir humanamente mejor entre todos, ser capaces de empatizar con los demás y alcanzar intereses comunes que nos hagan potenciar la "buena vida". Recuerda inter esse (interés), relación entre varios.

miércoles, 25 de junio de 2014

LA NOCHE DE SAN JUAN


Son las doce de la noche. El cielo está nublado, oscuro, amenazador, la tromba de agua está apunto de descargar, tal vez aguante un poco más. Es tan impetuosamente real e ineludible que es como un ultimátum divino, todavía no llueve pero se puede oler la lluvia, se puede sentir, se puede respirar en el aire. Avanzo hacia mi destino conduciendo un coche por el litoral mediterráneo, tierra privilegiada, tierra de luz y de pasión, y miro esas negruzcas nubes que lo cubren todo; las estrellas, la vida de otros mundos, hoy no brillan. 

La noche es negra y cerrada, como la boca del lobo, y además el lobo siempre es perverso. De repente creo ver un destello, un fogonazo de luz entre la turbia oscuridad, un mal augurio, pienso: los relámpagos comienzan a caer, la tormenta está cerca. Los minutos pasan y sigo con esa percepción tan palpable y un poco angustiosa de tener que enfrentarme a un ser supremo, un ser todopoderoso capaz de aplastarte con un dedo sin apenas esfuerzo. Siento cierta soledad en mitad de la tempestad, igual que un navegante luchando con valentía y confiando ciegamente en su barco para salir vivo de un océano montañoso más propio de colosos que de humanos. Vuelvo a ver otro destello entre las nubes, el aguacero es inminente. Avanzo cerca de la costa y creo ver luces de colores en el cielo, estoy desconcertado. Se vuelve a repetir el fabuloso acontecimiento, esta vez lo veo con claridad: sobre un tapiz negro una luz brillante asciende hasta el cielo y estalla convirtiéndose en un ramo de cientos de luces rojas centelleantes que se esparcen como una flor de vida efímera. Una flor, unas luces que crecen en unos segundos hasta que se difuminan y desaparecen en el infinito. Sonrío e inmediatamente vuelo a ver el cielo iluminado, esta vez de destellos verdes vibrantes y azules violáceos. Es la noche de San Juan (la nit de Sant Joan) y a partir de las doce es la hora de la verbena (la revetlla). El precioso espectáculo se vuelve a producir una vez más, el cielo se ilumina de chirriantes luces de diferente colores, la noche adquiere un tinte alegre, se respira fantasía, mágicamente la boca del lobo se ha convertido en un paraíso nocturno. Lo que parecía la autopista al infierno es ahora el camino hacía el edén. 

Llego a mi destino después de más de dos horas constantes de cielos iluminados por maravillosos fuegos artificiales. Fue el viaje más deslumbrante, achispado y divertido que jamás he tenido. Todas y cada una de las localidades costeras del Mediterráneo que iba dejando atrás celebraron esa noche por todo lo alto. Era como estar en un sueño, era la noche de San Juan, una noche mágica.

martes, 17 de junio de 2014

AMARILLO TORTILLA DE PATATAS


¿Hay algo más amarillo que el sol?, sus impetuosos rayos amarillos nos iluminan, nos ciegan y nos dan vida. Desde muy temprana edad asimilamos que el sol es amarillo, redondo y amarillo, cálido y amarillo, hermoso y amarillo, vibrante y amarillo.

El amarillo es el color de la inteligencia y la creatividad, puede abrir nuestra conciencia a nuevas ideas y convierte la vida en algo divertido y emocionante. Es el color más intelectual y con el rojo y el naranja constituye los colores de la emoción. Un exceso de amarillo puede resultar demasiado estimulante y causar irritación mental. El amarillo es el color de la luz, del poder, simboliza la fuerza y la voluntad.

El amarillo por antonomasia es el amarillo del sol, ¿verdad?, pues no. Al menos hasta que Goya nos iluminó con sus amarillos. He oído que Goya pintaba con amarillos "tortilla de patatas". Sí, "tortilla de patatas", eso es. Las personas que no están acotadas mentalmente, son capaces de sorprender con su mentalidad abierta, sin reservas, sin ideas preconcebidas. Así, de esta manera tan simple y mundana pero a la vez tan magistral Goya nos muestra su genialidad. Al observar algunas obras de Goya nos daremos cuenta de la presencia de ese amarillo "tortilla de patatas". De hecho se ha producido un fenómeno curioso desde que conozco esta ocurrente espontaneidad cándida desarrollada por Goya. Ahora no puedo evitar ver una especie de "color amarillo tortilla" en cada una de sus pinturas donde utilizó el amarillo con esa maestría goyesca. Su obra El quitasol es un claro ejemplo. En la obra se aprecian dos personajes de época al aire libre, una dama vestida elegantemente y sentada en el suelo manteniendo una pose excesivamente delicada, quizá forzada, mientras un joven (aunque a primera vista parezca una mujer) sujeta una sombrilla protegiendo del sol a la dama. El colorido es muy vivo y contrastado, se puede apreciar la riqueza de los trajes, la mantilla de seda blanca morada con vueltas de piel, el corpiño de seda azul celeste y la falda amarilla ("amarillo tortilla de patatas" sin duda) y la sobrina verde. En el fondo, el pintor coloca a la izquierda una tapia en penumbra que realza la figura de la dama, y a la derecha las verdes colinas madrileñas. 

No puedo evitar rememorar los momentos en los que Goya pintó esta obra en 1777, quizá en primavera, eso parece indicar el lienzo. Mis ojos se van como inducidos hacia esa falda amarilla, esa falda color "tortilla de patatas". Y me pregunto, ¿cómo lo haría el maestro?, ¿cogería una tortilla de patatas y se la llevaría como un color más de su paleta?, ¿o surgió un día cualquiera de manera espontánea y brillante pintando El quitasol (u otra obra) cuando se quedó sin amarillo y para aprovechar el día perfecto de luz que tenía, tiró de lo que había más cerca que ese día era una tortilla de patatas hecha por la mañana para comer en el campo en compañía de sus dos esforzados personajes retratados?. Quiero imaginar a Goya hundiendo el pincel repetidamente en la tortilla (seguramente no muy hecha, parece que hay más donde untar el pincel), trazando finas y diestras pinceladas de huevo, patata, cebolla y sal, mezclando ese amarillo "ecológico" con algo de rojo para conseguir un variado abanico de naranjas tenues y así poder perfilar magistralmente esa falda amarilla color "tortilla de patatas" hasta terminarla. Imagino a un Goya imaginativo y grácil, un Goya tan unido al mundo y a la naturaleza que parece formar parte de ella. Tan vivo y tan libre y tan capaz de semejante proeza.



martes, 10 de junio de 2014

LA VIDA REAL PERDIDA


El niño lleva en sus manos raíces, piedras, frutos secos, objetos, el niño es portador de realidades. Cosas tangibles, concretas y evidentes, objetos que se han adaptado mágicamente a nuestra necesidad cotidiana lentamente con paso del tiempo, de décadas, incluso durante siglos, que el instinto humano ha moldeado hasta nuestro presente. Objetos que han evolucionado casi sin darnos cuenta, una cuchara, un lápiz, una pinza, una regla, una llave, una pequeña pelota perfectamente redonda…, objetos que tocamos, vemos y olemos. Objetos necesarios para nosotros que sin embargo ignoramos, pero que el niño adora. Objetos elementales, objetos reales.

El niño va por la casa despertando lo que siempre estuvo dormido, hasta que él llegó: los picaportes, los cierres de los armarios, el fondo de las vasijas y el revés de los objetos. El niño despierta en nosotros esa realidad perdida hace tantos años, nos muestra lo evidente, nos vuelve abrir lo ojos ya cerrados, nos ilumina con su poderosa y cegadora luz.

Su moral tan pura nos abruma. En el niño no se cobija el odio o la ira. Es pura vida que solo quiere vivir exponencialmente, reír, crecer, latir. El niño nos revela la olvidada honestidad y nos enseña a rechazar lo impuro, lo moralmente sucio y contaminado tan habitual cuando se dice adiós a la infancia. Criterios arrinconados, incluso ya irreales, que el niño nos vuelve a desvelar.

Los que no somos niños no sabemos ver la realidad, la hemos olvidado, está delante de nosotros y no somos capaces de verla. Nos regimos por cosas irreales, ilusorias. Por palabras, pensamientos, promesas, pactos, compromisos, proyectos, intenciones, propósitos…, todos mezclados, alterados, fingidos, amañados a nuestro parecer ya impuro que forma nuestra realidad enmascarada por la envidia, el orgullo, la vanidad, la manipulación, la rabia, el odio, la desidia y una enorme montaña de mierda de la que somos reyezuelos. Todo esto forma el hilo de la nebulosa humana, el hilo con el que se teje la vida real perdida.

martes, 3 de junio de 2014

REBELIÓN AL PODER

En su novela Rebelión en la granja, George Orwell narra una gran metáfora de la Revolución Rusa y su evolución hacia el estalinismo, pero entrelineas se pueden obtener muchas ideas sobre el poder, la obediencia y el comportamiento de la sociedad aplicables a cualquier gobierno actual. La novela comienza con una reunión de todos los animales en torno al más venerable de todos los cerdos, quien les anuncia el advenimiento de una revolución que acabará con la tiranía del granjero (el líder actual). Al día siguiente los animales, acaudillados por los cerdos, los más inteligentes de entre los mismo, expulsan en una revolución al granjero. Al principio, las decisiones en la granja se toman de forma mancomunada, pero bien pronto dos cerdos, Napoleón y Snowball (dos líderes enfrentados), comienzan a crear partidos enfrentados. Las disputas internas se inclinan a favor de Napoleón, quien se hace del poder y Snowball tiene que huir de la granja. A partir de ese momento, los cerdos van imponiendo una dictadura cada vez más autoritaria. Los que no están conformes con la doctrina de Napoleón van siendo silenciados o directamente eliminados, los cerdos van adoptando los modos de vida de los humanos, incluso haciendo pactos con los antiguos líderes (los hombres) y, en suma, el dicho “Todo el poder para los cerdos” acaba convirtiendo a los cerdos en hombres. 


La lectura de Rebelión en la granja es ilustrativa en la cuestión política, pues analiza una multitud de fenómenos de esta especie y de ella pareciera desprenderse una cierta tendencia común en los personajes que poseen el poder en las sociedades. Es una fabulosa radiografía política de la corrupción y el horror que rodean al poder sin límites.

Platón definió al poder como “el ejercicio del mando”. Desde entonces la idea de poder está muy cercana al concepto de mandar. Poder fue entonces capacidad de ordenar. El positivismo prestó atención a la relación política fundamental entre el mando y la obediencia; nociones correlativas que constituyen la esencia del poder. Cualesquiera que sean los problemas sociales, las técnicas políticas, las tendencias de las revoluciones, el ejercicio del poder – poder-mando-obediencia – no variará ni en su esencia.

El precursor en ciencias políticas H. Lasswell admitió que si una decisión no es obedecida no se ha ejercido el poder, no obstante, afirma, la relación mando-obediencia se produce en muchos matices, matices que son abordados por George Orwell de manera magistral. Así, George Orwell nos revela que el poder puede ser ejercido por el ejercicio de la fuerza, por manipulación, por coacción, por influencia o bien por consenso. Por ejemplo: Orwell enseña al lector que el miedo ocupa un papel importante en la obediencia al poder. Otra moraleja política que se desprende de esta fábula es la que se refiere a la influencia. La influencia es “la capacidad para hacerse obedecer, pero sin recurrir ni a la fuerza ni a la amenaza o al miedo”.

No obstante, Orwell nos enseña que en el ejercicio del poder no es fundamental que la obediencia hacia la autoridad (el que manda) sea apoyada conscientemente por el razonamiento; es suficiente que ese razonamiento esté presente y reconocido. Si el que manda, impone algo y anteriormente ya has reconocido y aceptado su poder, estás obedeciendo sin ser consciente de ello. Te has convertido en un sumiso, en una oveja de la novela de Orwell.

Uno se pregunta si dominación, influencia, coacción, manipulación o fuerza sustentan verdaderamente la relación mandato-obediencia. Según parece estas nociones sí sustentan al poder. Es quizá por eso que Mario Vargas Llosa afirma que “el poder hay que limitarlo, reducirlo al mínimo, porque cuando a un ser humano se le da todo el poder aparece la crueldad”.

De la alegoría de Orwell se pueden deducir multitud de moralejas, no obstante la moraleja universal de este texto podría ser la referente al uso de la fuerza y la obediencia y su relación con el poder y la corrupción. Una lectura actual de la obra nos alecciona en el sentido de que es en la corrupción generalizada, donde es imposible mantener una dignidad, porque uno está obligado a entrar en los mecanismos del engaño. Y ése es el legado peor para las futuras generaciones. Los hombres mueren, pero la herencia queda.