martes, 25 de octubre de 2016

MANIPULACIÓN

El partido más corrupto de España volverá a gobernar. Y esto lo ha decidido un 33% de las personas que votaron en las últimas elecciones. Por cierto, 33, la edad de Cristo. ¡Qué casualidad! Si tenemos en cuenta que se contabilizaron 24 millones de votos (en España somos 46 millones de personas) de los 36 posibles (mayores de 18 años), viene a decir que solo el 67% por ciento de la población con derecho a voto ejerció su derecho. Por lo tanto, estos datos reflejan un realidad espeluznante: un 22% de la población española con derecho a voto ha impuesto su voluntad sobre el resto de la población, casi un 80%. ¿Y cómo ha podido suceder semejante incongruencia? Ya me gustaría saberlo, conocer los detalles, los datos concretos, que es lo importante, de tan colosal manipulación. Lo que sí parece claro es que la inmensa mayoría de los ciudadanos han votado en una dirección y los políticos se han encargado, mediante siniestras maniobras, de cambiar el sentido de ese voto. Una vez más, los medios de comunicación se han encargado de normalizar esta tremenda anomalía democrática. En su conjunto tiene todos los tintes de una manipulación. Esta es la hiriente realidad basada en datos objetivos. 

Nunca saldrán a la luz los tejemanejes que los políticos (y su entorno) han urdido y urdirán a espaldas de la ciudadanía en su propio beneficio. Por desgracia cada día inspiran menos confianza. Es evidente que actúan únicamente pensando en sí mismos y no en los que les han otorgado su puesto, los ciudadanos. Una vez más los datos son certeros, 20% contra 80%. 

¿Y cuál es el entorno político que colabora estrechamente con los propios políticos, y además, de forma personal? Pues está muy claro. ¿Dónde se recolocan los políticos cuando dejan la política? Grandes empresas de comunicaciones, empresas vinculadas con el sector energético, entidades financieras… Y eso en el mejor de los casos (digo mejor, por contextualizarlo de alguna manera), porque a veces los políticos vienen directamente de ese entorno. ¿No da la sensación de que los políticos nos están tomando el pelo? Hay que ser muy obcecado para no pensarlo. También puede ser que no se tenga criterio propio, o incluso ambas cosas a la vez, que ya sería la reostia.

martes, 18 de octubre de 2016

AND THE WINNER IS…

Para valorar con criterio es necesario conocer datos concretos y fidedignos. Es algo a tener en cuenta y exigible, sobre todo a los que siempre hablan de generalidades: datos concretos. Facilitaré alguno. En los Nobel de Literatura hay grandes ausentes: Proust, Joyce, Kafka, Borges, Nabokov, Lorca, Machado, Galdós y un largo etcétera. Pero sí están Kipling, Mann, Faulkner, Camus, Juan Ramón Jiménez, Steinbeck, Sartre, Neruda, García Márquez…

Los vaivenes imponderables, y eso que hoy todo se acepta como si nada, que han surgido tras otorgar el premio Nobel de Literatura 2016 a Bob Dylan están haciendo correr ríos de tinta. Tal vez sea eso lo que buscaba la Academia Sueca, crear polémica y que el personal no se hiciera el “sueco” y hablara de la Academia más que del premio o del premiado, o mejor dicho, de los escritos del ganador. Y digo ganador porque es lo que ha parecido, una especie de Eurovision interplanetaria con un espléndido evento planificado para el próximo 10 de diciembre en el que un speaker presentará a bombo y platillo, bajo un potente cañón de luz, al flamante ganador del Nobel de Literatura 2016. Quizá en la mente de algún académico y académica (hago constar ambos géneros no por ese modismo absurdo que últimamente se estila, sino porque considero importante, en este caso, evidenciar los dos géneros) brotó de su subconsciente esta imagen glamurosa y no pudo resistirse. Ya se sabe, la carne es débil. Se olvida muy pronto en los tiempos que corren aquello de “recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”.

Pues por mucho que soñaran tal vez se quede solo en eso, en un sueño. La Academia Sueca (esto me suena a mujer grande y rubia, el subconsciente trabaja por su cuenta) lleva cuatro días intentado comunicarse con el bueno de Bob sin ningún resultado positivo. El nuevo y flamante Nobel de Literatura se hace de rogar o es un niño travieso que no respeta a nada y a nadie. Vamos, o es un arrogante o un inmaduro. Va a su aire. Está tan saturado de premios y honores como cualquier mortal de cortarse las uñas de los pies. Llegado el momento casi hasta molesta. Solo espero que si al final acude a la entrega de premios, en vez de un discurso simplón, se cante unas coplas guitarra en mano.

Y llegados a este punto, quizá tengamos que añadir en la lista de ausentes a Joaquín Sabina.

martes, 4 de octubre de 2016

UVAS AMARGAS

Todo el que ha visitado el Museo del Prado se habrá cruzado con alguna persona, pincel en mano, copiando detenidamente un lienzo. Caballete y tela frente a la majestuosa obra. Mirada limpia, manos que hablan, pulso de gavilán. Olor a óleo. Concentración máxima a pesar de los curiosos visitantes que se preocupan más de como va quedando la copia que de la obra original. Son verdaderos artistas que sienten la atracción de la pintura. Trabajan por encargo. No sé lo que cobrarán, pero creo que el precio está justificado. Es más, ¿quién puede asegurar que la obra original colgada en la pared no es también una copia? Nadie. Al menos nadie del los visitantes comunes, que son la inmensa mayoría. Y en este caso no hablaríamos de copias, sino de falsificaciones. La finalidad es la única diferencia, y esta diferencia es muy sutil y, según las circunstancias, muy atrayente. 

Recientemente se ha estrenado en el canal Arte un interesante documental titulado Uvas amargas. Nos cuenta la historia de Rudy Kurniawan, un copista que no pudo resistir la atracción y se rindió a las debilidades humanas. Lo curioso del caso es que no se trataba de copiar (falsificar en su caso) notables obras de arte, sino de vinos. 

De todos es conocido el escalofriante precio que alcanzan algunas botellas de vino, sobre todo esas que están cubiertas de polvo y telarañas. Ese tipo vino era la víctima principal de Rudy Kurniawan. Desde su casa de Arcadia (California) se dedicaba en cuerpo y alma a estos menesteres para satisfacer la vanidad de los coleccionistas y esnobs del vino. Los grandes vinos franceses de Burdeos y Borgoña eran su objetivo. El problema para Rudy Kurniawan con este tipo de vinos, y la solución para los investigadores, es que en realidad se beben muy pocos, ya que la mayoría de las personas que adquieren un vino de estas características lo quiere para coleccionarlo o guardarlo como inversión. En realidad hay muy pocas personas que los puedan reconocer al catarlos.

En 2007 se consideraba que Rudy Kurniawan era el dueño de la mayor y mejor bodega privada del mundo. Gastaba grandes cantidades de dinero en la compra de botellas en subastas, en las que se podía llegar a gastar hasta un millón de dólares. Una vez creada su propia imagen de gran coleccionista pasó a comerciar con vinos y a organizar selectas catas y subastas. Se calcula que llegó a vender casi 2,5 millones de dólares solo en falso vino de Borgoña. Eran los años locos de Silicon Valley, gente con más dinero que buen gusto. El problema surgió cuando empezaron a aparecer más botellas de las que se habían producido de una determinada añada o salían a subasta botellas de añadas de un vino que ni siquiera se había producido. La codicia lo había atrapado por completo. Aparecieron botellas de Clos Saint Denis del Domaine Ponsot, de las cosechas entre 1945 y 1971. Laurent Ponsot, el jefe de la casa, lo encontró sorprendente, ya que su familia no se inició en la elaboración de vino hasta 1982. Así que se puso a investigar. Paralelamente, Bill Koch un coleccionista encontró varias botellas que le había comprado a Rudy Kurniawan que resultaron ser falsas. Interpuso una demanda. Eso alertó a los expertos en la autentificación de vino que extremaron las precauciones. Al final, el FBI se involucró y en marzo de 2012, irrumpió en casa de Rudy Kurniawan donde encontró etiquetas falsas, tapones y botellas vacías, así como pinot noir de Napa con las que rellenaba la botellas. La pinot noir es también la uva con el que se hacen los Borgoña.

Nuestro copista de vinos fue juzgado y condenado a 10 años de prisión, por cometer el mayor fraude que el mundo del vino ha conocido jamás. Pero la pregunta es, ¿cuántos Rudy Kurniawan circularán aún por el mundo dando satisfacción a su propia codicia y la de sus compradores?