martes, 28 de julio de 2015

EL CUADERNO DE PLA

En las tertulias de café que tanto le gustaban a Pla, allá en su querido Palafrugell junto a sus amigos, surgieron los mejores circunloquios y elucubraciones de El quadern gris. Nos cuenta Pla que en una de aquellas inolvidables veladas un amigo le dijo: “los banqueros, cuando hace sol enseguida te dejan un paraguas, pero cuando llueve, eso ya es otro cantar”. Tras esta frase inicial, o preliminar si se prefiere, la conversación introspectiva que se genera sobre el capitalismo es memorable. La sencilla y elocuente frase define la retorcida base sobre la que crece nuestra sociedad. Si usted tiene un buen salario (lo más atípico hoy en día) puede ir al banco y solicitar un préstamo o una hipoteca porque seguramente lo obtendrá. En cambio, si usted tiene un salario bajo (lo más típico hoy en día) y va al banco a solicitar un préstamo o una hipoteca, le dirán que estudiarán su caso pero que hay que cumplir unos requisitos porque la ley de…, en fin, no le de más vueltas, ya se puede ir a su casa alquilada y ahorrar si puede durante diez años  (si no se queda en paro, lo más normal hoy en día) para dar una entrada. Y no hablemos si usted no trabaja, entonces el mundo no existe para usted, al menos el mundo capitalista que nos rodea y aplasta.

Es curioso como funciona esta sociedad. Si tienes mucho dinero, te prestan más dinero. Si tienes poco dinero, no te prestan ni un chavo. Esto es, si no necesitas más dinero porque ya tienes mucho, te prestan más dinero, pero si necesitas dinero porque tienes poco, no te prestan nada. La incongruencia en monstruosa. Este es el sistema antisocial e inhumano que fundaron hace siglos los banqueros y que fue la semilla del capitalismo actual. En torno a esto gira la sociedad, las decisiones políticas, sociales y humanitarias, si es que existen tales decisiones, porque se podría decir que solo existen las decisiones económicas.

En El quadern gris unos personajes defienden el capitalismo y otros lo execran. La iluminadora dialéctica apenas ocupa tres páginas de las setecientas y pico del libro. Pla desgrana la vida misma con sus postulados y sus familiaridades, nos muestra los acuerdos y desavenencias que permutan en el ser humano, dibuja el entorno ampurdanés que tanto amó. El quadern gris es una enciclopedia del comportamiento humano, de los tejemanejes que mueve la vida del hombre, de las inclinaciones y obsesiones, de lo universal e inapelable, de lo eterno y omnisciente, pero también de lo fútil, lo baladí y lo minúsculo, que casi siempre es lo fundamental para nuestra insignificante vida. Escrito con esa naturalidad tan cristalina que atesora Pla, El quadern gris es uno de esos libros extraordinarios que nos muestran mucho más de lo que hay escrito. Es un libro perfecto para leer en estos largos y calurosos días de verano. 

Hasta el martes uno de septiembre. Feliz verano.


martes, 21 de julio de 2015

NO TE LO CREES NI TÚ

Ayer mismo de buena mañana, en la cafetería de siempre, tuvimos una digresión interesante mi amigo Fernandito y yo. Entre divagación e incertidumbre su cortado se enfrió casi tanto como mi café con hielo, al final acabó pidiendo hielos para su cortado. Antes de dar los buenos días ya venía cruzado, el gesto de la cara congestionado, las manos en la espalda. 
— Pues, ¿sabes qué?
Es su manera habitual de decir algo que no viene a cuento y que tiene ganas de sacar en la conversación. No le contesto, no hace falta, es imposible “saber qué”, se sobreentiende.
— Ayer mi mujer me descorazonó.
Eso me preocupó, son ya muchos años. Le pregunté qué había sucedido.
— Nada, nada, solo que no se si mi vida, su vida, nuestra vida es verdad.
Me quedé perplejo. No entendí bien lo que quería decir. Se lo hice saber.
— No me refiero a la relación de pareja, me refiero a la vida en general. Me dijo que ella tenía una tendencia natural a idealizarlo todo, casi por sistema, y que esa inclinación, hacía que viviera en una vida falsa. Falsa pero mejor que la real, incluso para ella la falsa era la real y la real estaba detrás, como flotando. 
Quizá si concretas un poco puedo darte mi opinión, le dije.
— Mi mujer me puso el ejemplo de sus amigas de Aquagym—dijo Fernandito—, a ellas siempre les cuenta que sus hijos van fenomenal en los estudios, que se encuentra físicamente perfecta a pesar de la edad, que su marido (Fernandito) es un hombre bueno. En fin, todo ideal. En su trabajo, tres cuartos de lo mismo, con sus compañeros la relación ha terminado siendo tediosa y el salario mediocre (como no podía ser de otra manera), pero ella no lo manifiesta, al contrario, enaltece su trabajo. Bueno, tiene una amiga de verdad en el trabajo con la que sí habla de la realidad, tal vez su amiga sea como esa vía de escape que hay en las ollas expres. De sus hijos, los míos, a todo el mundo le cuenta que son maravillosos cuando tienen los mismos defectos y virtudes que todo hijo de vecino. Y yo me pregunto, ¿qué me contará a mí que sea mentira?, ¿o qué cara falsa me pone cuando en realidad piensa lo contrario? Seguro que cuando paso el aspirador y me dice que todo ha quedado muy limpio, esta pensando que la próxima vez lo pasará ella porque soy incapaz de hacerlo bien. O cuando preparo una ensalada o una tortilla para cenar y me comenta que ha quedado muy buena, es porque en realidad piensa que es lo único que sé hacer en la cocina y no muy bien. En fin, no se. Me dio por darle vueltas a asunto y pensé que esto puede extenderse a todos los aspectos de la vida y a todos los mortales.
Las palabras de Fernandito me hicieron pensar.
— ¿Y si esa misma falsa realidad se tradujera a todas nuestras vidas? —continuó— Es más, ¿y si todo este puto mundo funciona así? Los políticos son expertos en ese engaño, dicen e idealizan y venden un mundo mejor. Si llegan al poder conseguirán lo que nadie puede y todos viviremos mucho mejor ¿Acaso necesitamos engañarnos para tirar adelante?, o mejor aun, ¿somos susceptibles de dejarnos engañar aun sabiendo que es una mentira o una utopía?

Me dejó jodido Fernandito. Bebí mi café con hielo despacio, no me estuvo tan bueno como otros días. El tiempo apremiaba, llegaba tarde al trabajo. Le dije a mi amigo que mañana seguiríamos la interesante conversación. Salí del viejo y ruinoso bar y cogí mi bicicleta destartalada. El camino hasta mi tedioso trabajo se hizo insufrible, el calor insoportable, la contaminación de tres meses sin lluvias. Al llegar, fue como entrar en una cueva llena de ogros, ojos escurridizos, gestos despectivos, la eterna discusión del aire acondicionado, trabajos repetidos tres veces por la ineptitud de alguien. El día fue horrible. Al salir por la tarde, el calor seguía atizando fuerte y el aire irrespirable, ahogaba. Cogí mi bici, me lancé cuesta abajo, cerré los ojos y sentí como el viento acarició mi rostro. Que sensación más agradable. De golpe entré de nuevo en ese mundo falso, o real. El día había ido bien, como siempre, el veranito me abrazó con su calidez, me esperaban mis cándidos hijos. Tenía unas ganas locas de verlos, quizá nos diéramos un baño en la playa, los días son largos, hay tiempo. Le enviaré un mensaje a mi mujer, que prepare la bolsa de playa. Pasaré por la panadería y compraré pan para hacer unos bocadillos, podemos cenar en la orilla del mar…

martes, 14 de julio de 2015

PRIMAVERANO

Parecerá redundante pero tengo que decirlo: qué calor. Es el comentario del día, de la tarde y de la noche. Aparte de la crisis económica, política y social que aplasta a los ciudadanos griegos y la fuga del “chapo Guzman” a través de un túnel de kilómetro y medio con luces y ventilación y uno setenta de altura (un túnel como dios manda), el tema del día, desde hace tres semanas es el calor que nos agobia.

Recuerdo el clima de mi infancia, hace treinta años, que no es nada. Los inviernos eran inviernos, helaba durante dos meses día tras día y nevaba de tanto en tanto. De mañana, camino al colegio, rascaba los cristales helados de los coches y pisoteaba charcos helados, sentía como se quebraba el hielo bajo mis pies. Los niños de entonces jugábamos con nieve en las ciudades, ahora hay que irse a la montaña. Hoy, treinta años después, no hiela ni un solo día al año y la nieve forma parte del cuento de Santa Claus. 

La primavera era primavera, florecía la vegetación, llovía con ganas, no hacía falta la bufanda y los guantes de invierno, pero si una chaqueta. La primavera duraba tres meses, a veces se estiraba unas semanas el invierno (aquello de "hasta el cuarenta de mayo…") o el verano se encogía. Hoy, la primavera no existe, en cuestión de dos o tres semanas pasamos del invierno suave de ahora, al verano. Un verano que comienza flojo durante un mes y después repunta con temperaturas asfixiantes. Me da la sensación que las famosas “Cuatro estaciones” de Vivaldi son incomprendidas hoy en día. Se han quedado en el rumor lejano de un genial compositor.

Tenemos que ir adaptando la lengua a los tiempos, tarea que nos corresponde todos los hablantes. La Real Academia Española de la Lengua solo se limita a reflejar estos cambios. En vez de cambiar el significado de las palabras, creo que es más adecuado crear una nueva. Además, en este caso, la lengua nos lo ha puesto a huevo (que decía Fernandito), primavera + verano = PRIMAVERANO. De hecho, y ya que estoy lanzado se me ocurre la siguiente: invierno + otoño = INVIERNOTOÑO. ¿No está mal verdad? No lo hemos hablado, pero igual que la primavera se ha quedado en nada, el invierno parece que también. El invierno son unos días algo más frescos del otoño, algún día esporádico amaga con hacer frío de verdad, pero solo es un amago. 


Nos empeñamos en dividir el año en cuatro estaciones, pero en realidad son dos. Los momentos del año en los que el Sol alcanza su mayor y menor altura aparente en el cielo son los solsticios, y se producen dos veces al año: El solsticio de verano el 20 o 21 de junio (Primaverano) y el de solsticio de invierno el 21 o 22 de diciembre (Inviernotono). Los equinoccios de marzo y septiembre son los puntos intermedios entre los solsticios. Es como si marcamos el medio entre arriba y abajo, cuando los periodos reales y diferenciales son arriba y abajo. Por lo tanto, propongo una actualización de la nomenclatura estacional del año marcada por el giro del planeta Tierra y el Sol, y por el clima bipolar que tenemos. Es solo una disgresión, cada uno que piense, diga y haga lo que crea conveniente.

martes, 7 de julio de 2015

7 DE JULIO

Los síntomas de la crisis: la espantosa tasa de paro que soporta esta sociedad y la resquebraja como un trozo de pan seco, la bajada en picado del poder adquisitivo del ciudadano medio sumada a la subida de los más pudientes que incrementa la diferencia entre ricos y pobres, los sangrientos y necios recortes en sanidad y educación (la educación pública de calidad es la base de un pueblo desarrollado), los millones de personas que viven en el umbral de la pobreza o trabajan sin poder pagar siquiera la hipoteca gracias a los ruines contratos y exiguos salarios impuestos por los mandatarios de turno en comandita con las grandes empresas, el miedo permanente de un corte de luz por no tener para pagar los recibos, la vergüenza duramente asimilada de dirigirse cada día a un comedor social y otros muchos retrocesos que padece nuestra sociedad, no son tema de conversación hoy. 

Hoy es 7 julio, San Fermín. Todos los martes, o casi todos, cuelgo el artículo en el blog y creo que nunca había coincidido en 7 de julio. Todos hemos escuchado y cantado, o al menos entonado, eso de: 1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo, 4 de abril, 5 de mayo, 6 junio, 7 de julio, San Fermín. A Pamplona hemos de ir…, no recuerdo como sigue. Quiero dejar claro que mis preferencias por el mundo taurino son inexistentes y detesto cualquier tipo de maltrato animal. Ahora bien, San Fermín es mucho más que un festejo taurino, son unos días de celebración y hermanamiento, de humanidad y entendimiento, de diversión y felicidad. Para la gran mayoría de los que están presentes en Pamplona durante las fiestas, el asunto taurino es secundario. Sí, hay un encierro cada día las ocho de la mañana, quizá el más reconocido mundialmente, pero la corrida, se podría decir que ha quedado ensombrecida por el fervor y la dimensión del encierro. Es curioso, antaño lo importante era la corrida de toros, el encierro era un trámite necesario para trasladar los animales del prado a la plaza.

Las calles de Pamplona están abarrotadas de personas con ganas de divertirse. El casco antiguo, plagado de bares y restaurantes, rebosa durante una semana, las 24 horas del día, de un animado y febril ambiente. Pamploneses, vascos, aragoneses, catalanes, castellanos, asturianos, madrileños, gallegos, canarios, andaluces, valencianos, cántabros, extremeños, riojanos, mallorquines, franceses, italianos, ingleses, americanos, alemanes, belgas, austriacos, rusos, chinos, mexicanos, argentinos, japoneses, brasileños, portugueses, irlandeses, daneses, checos, australianos, venezolanos, canadienses, etc, se dan cita durante unos días en Pamplona para celebrar la mayor fiesta del mundo. Es la fiesta de las fiestas. La excelente comida y bebida, propia de la tierra, ayuda a completar ese hermanamiento cultural y altruista tan característico de esta fiesta. Ir de tapas y vinos o comer un buen chuletón, es el pan nuestro de cada día. Puedes charlar y reír con un portugués o un extremeño o un japonés, el ánimo está por las nubes, la ciudad se convierte en un inmenso grupo de amigos. Un ejemplo de lo que debería ser el resto de días en el resto del planeta.