martes, 24 de marzo de 2015

LOS CUENTOS DE HOY


Los economistas en su jerga confusa y servil (el dinero, su rey, al que rinden vasallaje), utilizan una jocosa frase muy acertada en su contexto, que puede ser extrapolable a muchos otros casos: lo que no son cuentas, son cuentos. Cuanta razón tiene en saber popular a la hora de calificar situaciones estrambóticas que son tan comunes en los últimos tiempos. Si no existen facturas y cuentas de la realización de unas obras (dígase a modo de ejemplo la ampliación de varias sedes de un partido político), quiere decir que esas obras se han pagado con un dinero que no se ha tributado y por lo tanto, hacienda no sabe de donde ha salido el dinero para pagarlas. Ahora bien, si esta es la realidad, (a muchos no le importa lo más mínimo, me refiero a la verdad sobre el asunto), ¿cómo es posible que los responsable de mover y aceptar esas grandes cantidades de dinero etéreo que sirven para su propio beneficio intenten vender el cuento de haber hecho un bien social?, ¿en qué cabeza cabe creer en semejare cuento?, ¿para hacer un bien social lo primero no es tributar el dinero?, ¿o es que los que "manejan el cotarro" tienen otras leyes?, eso en mi pueblo se llama "dinero negro", y justamente los que han dicho a viva voz a los cuatro vientos que hay que luchar contra la corrupción y la economía sumergida, son los que la practican con más afán. Pero hay muchos, repito muchos, que les gusta escuchar cuentos, y como los cuentos son fantasía y hacen soñar, prefieren creerlos a tener que enfrentarse a la realidad y aceptar la evidencia, ya sea por comodidad pasiva y masoquista, por cobardía o por una limitada capacidad de entendimiento.

Otro cuento que escuchamos últimamente es el de las herencias olvidadas en no se sabe dónde, sin papeles notariales, ni cuentas aclaratorias, ni nada de nada. El modus operandi es el mismo, una gran cantidad de dinero es descubierta sin que se haya declarado jamás, y al final todo se transforma en un cuento para intentar tapar la evidencia. El cuento narrado en esta ocasión es una vieja herencia familiar (muy sustanciosa por otro lado) que recibió como el que deja un reloj (sencillo, los hay carísimos) o algo parecido de herencia, sin cuentas, sin notario, pero eso sí, con mucho cuento. Lo lamentable es que hay muchos que se lo creen, o se lo quieren creer a pesar de que los mismos cuentistas saben que es puro cuento, pero a los creyentes el cuento les gusta, lo resuelve todo (tiene mucho de religión, de acto de fe), por encima de la ley, por supuesto, una vez más. Esos creyentes son unos cobardes incapaces de asumir lo evidente, o simplemente aceptan ser engañados como necios y miserables, y los menos, lo aceptan por falsa conveniencia, como auténticos fanáticos religiosos amedrentados por su mesías salvador de cartón-piedra.

¿A qué razonamiento se debe tal desvío mental?, ¿por qué se vuelven ciegos lo ojos en determinadas circunstancias?, los cuentistas tienen un fin claro, el beneficio económico propio a costa de lo que sea y de quien sea, que no se engañe nadie, solo les importa lo suyo propio y lo de los más cercanos. Como el mismísimo flautista de Hamelín, con su cuento va arrastrando a sus fervientes seguidores, ciegos por la musicalidad y ávidos de creer en un redentor, incapaces de llegar a la conclusión franca y lógica de que los dioses no existen, a pesar de que algunos piensen que lo son y quieran salvar a su seguidores con cuentos. Si los hermanos Grimm levantaran la cabeza y vieran la cantidad de cuentos que se difunden hoy en día, no darían abasto para recopilarlos todos.

martes, 17 de marzo de 2015

EJÉRCITOS DE EXTRAÑOS


Me sorprende enormemente la cantidad de personas ansiosas por pertenecer a cualquier grupo, ya sea social, cultural, deportivo, gastronómico, aéreo, lunático…, que hay en nuestra sociedad. A veces se roza el ridículo, tanto por ese excesivo ímpetu como por el tipo de grupo al que se pertenece o se desea pertenecer. Y no es que sea algo negativo pertenecer a un grupo, sino todo lo contrario, pero lo que más llama la atención, es que para la gran mayoría de las personas es algo definitivo, una especie de culminación capaz de deleitarnos con subidones de adrenalina y serotonina que ni el mejor de los coitos con la persona más deseada de nuestros sueños alcanzaría esos niveles de satisfacción o bienestar, por lo tanto, parece positivo para el individuo.

Según Maslow y su célebre pirámide sobre las necesidades del ser humano, en el escalafón básico se encuentran las necesidades fisiológicas, la sed, el hambre, el aire. Cuando tenemos cubiertas estas necesidades, el ser humano comienza a preocuparse por la seguridad y la protección frente a cualquier daño. Una vez nos vemos físicamente seguros, comenzamos a buscar la aceptación social, afecto, amor, amistad; queremos identificarnos y compartir las aficciones de un grupo social y necesitamos que este grupo nos acepte como miembro. Cuando nos sentimos aceptados socialmente al estar integrados en grupos sociales, comenzamos a sentir la necesidad de potenciar nuestra autoestima, de obtener prestigio, éxito y alabanza de los demás. Finalmente, en lo alto de la pirámide, los individuos que tienen satisfechos todos estos escalones, llegan a la culminación y desean sentir que dan todo lo que pueden, todo lo que son capaces, desean crear.

Analizando esta pirámide, podemos ver que se ha producido una terrible anomalía capaz de crea ejércitos de extraños, personas idiotizadas que arropados mutuamente por su grupo se sienten en la culminación de sus necesidades humanas. Son grupos cada vez mayores y más numerosos. Parecen personas incapaces de ir más allá, desprovistos de voluntad y deseo para continuar avanzando en su evolución como individuo. Son muchas la personas que encuentran su cenit con el simple hecho de ser aceptados en un grupo: la mayoría de los seguidores de un club de fútbol (sobretodo si es de los que suelen ganar títulos), las personas que encuentran un trabajo (esta es una de las lacras de nuestra sociedad, porque es evidente que trabajar en una empresa no es ni de lejos un hecho apoteósico, o al menos no debería serlo en una sociedad mínimamente humana), los que se compran un coche "de lujo" para sentirse exclusivos (estos están englobados en la cúspide de los más tontos), los que corren maratones o medias-maratones aunque se queden a mitad de camino extenuados o alcancen la meta padeciendo dolores crónicos en sus articulaciones que además se auto-imponen (muchos de estos les ha dado la pájara de correr, aun a costa de su salud, por el hecho de sentirse en ese grupo), los que han comido en todos los restaurante de tres estrellas de la Guía Michelín porque los van buscando, para después soltarlo a cualquiera como si fuera algo extraordinario (estos no han tenido una buena madre que se desenvuelva bien en los fogones o si la han tenido han perdido el oremus), también los que están todo el santo día inmersos en las redes sociales enviando mensajitos y consultando cada 2 minutos la pantalla de su móvil (algunos de estos han perdido la palabra, solo se comunican a través del móvil), los afines ciegamente a un partido político hagan lo hagan y digan lo que digan (estos también tocan techo por atontados), y una retahíla de grupos sociales que cada día me espanta más.

¿Es qué acaso nos estamos volviendo tontos?, ¿nos sentimos completamente desarrollados humanamente con tan solo comer, dormir y ver el fútbol o el chafardeo?, ¿si tienes salud y trabajo hay que ser feliz?, ¿no tenemos capacidad de análisis ni de crítica o nos la han anulado?, ¿es eso lo que quieren los que tienen el poder?, ¿nos indican lo que hay que pensar y hacer y además lo aceptamos?, ¿pertenecer a un grupo nos adormece en cierta manera?, ¿no sería mejor adquirir conocimiento para poder llegar a pensar por uno mismo y actuar en consecuencia?, ¿qué tenemos que hacer o saber para sentir el deseo de crear?

martes, 10 de marzo de 2015

ARISTOCRACIA ENMASCARADA


Hay tres especies de gobiernos: el Republicano, el Monárquico y el Despótico. Para distinguirlos, basta la idea de que ellos tienen las personas menos instruidas. Supongamos tres definiciones, mejor dicho, tres hechos: uno que "el gobierno republicano es aquel en que el pueblo, o una parte del pueblo, tiene el poder soberano; otro, que el gobierno monárquico es aquel en que uno solo gobierna, pero con sujeción a leyes fijas y preestablecidas; y por último, que en el gobierno despótico, el poder también está en uno solo, pero sin ley ni regla, pues gobierna el soberano según su voluntad y sus caprichos". ¿Cuál es el nuestro?, imposible saberlo, unas veces parece uno y otras, otro.

Es conveniente añadir, que cuando el poder soberano recae en el pueblo entero, hablamos de una democracia (o al menos esa es la teoría), y cuando ese poder está en manos de una parte del pueblo, es una aristocracia (a más uno le encantaría que así fuera, reminiscencias de un pasado no muy lejano que a veces se hace presente, incluso los del presente parece que quieran volver a ese pasado). 

Teniendo en cuenta que pensamos, y hasta puede que alguien se lo crea, que vivimos en una democracia, sería conveniente remarcar, el que a mí parecer es la raíz de la mala política de nuestros días: la mayor parte de los ciudadanos tiene suficiencia para elegir, pero no la tiene para ser elegido. Este es el error (o acierto según para quien) más terrible que es imprescindible subsanar mediante una selección por oposiciones o exámenes concienzudos (es lo mínimo para las personas que gobiernan los designios de un país, la vida de millones de personas) siendo cada vez más exigentes en consonancia con el puesto a ocupar (esto ocurre con jueces por ejemplo), porque hay políticos, gobernantes, ministros, alcaldes, altos cargos públicos que jamás tendrían que haber ocupado su puesto porque son mediocres e incluso nefastos a la hora de desempeñar sus funciones, y su horripilante gestión repercute en la vida de miles o cientos de miles de personas. Eso sí, no sé que es lo que ocurre, pero para el que conquista un cargo político en este país, su hacienda y la de los suyos crece a pasos agigantados independientemente de si el país funciona bien o mal. Por tanto, si es blanco y en botella…, al parecer el cuento viene de largo.

Por otro lado, acepto que en los últimos treinta o cuarenta años se han conseguido relevantes avances en igualdad social y avance económico que han hecho que vivamos en un entorno más humano, posiblemente el mayor desarrollo de la larga historia de España; pero esto no nos exime de levantar la guardia y relajarnos en exceso. Ahora, más que nunca, tenemos que exigir una sociedad democrática gobernada por personas realmente preparadas para desempeñar sus funciones públicas (no puestas a dedo), personas honestas y con ambición por trabajar y mejorar nuestra sociedad caminado hacia un entorno común más humano y respetuoso con todos y cada uno de sus ciudadanos, defendiendo la igualdad de oportunidades, la cultura y la educación como base para crear un mundo mejor y próspero. Estos ámbitos imprescindibles, la educación de calidad y la cultura, tienen que estar al alcance de todos de manera pública y universal, asunto este que no le hace mucha gracia a los nuevos aristócratas, prefieren reservarla solo para los suyos, los que ellos consideran la élite social, no vaya a ser que la plebe acabe gobernando gracias a que han conseguido la cultura necesaria y posean la valía e inteligencia para ello. A pesar de que la mayoría pensamos que nuestra sociedad tendría que ir por estos derroteros, la minoría gobernante (los nuevos aristócratas deseosos del poder supremo, permanente e inaccesible para otros) se empeña en hacernos creer que vivimos en un entorno plenamente democrático, cuando en realidad ellos desean y actúan como si fuera una sociedad aristocrática. Ellos son los que gobiernan, y entre ellos se reparten los poderes sin ninguna intención de dejarlos en manos de otros mucho mejor preparados. Les gustaría gobernar de manera vitalicia, pero aquí es donde entramos nosotros, la ciudadanía, con nuestro unitario, humilde y a la vez poderoso voto. De nosotros depende continuar con la aristocracia enmascarada, eso es lo que más temen.

martes, 3 de marzo de 2015

MI LUCHA


El tiempo da y quita razones, pero sobretodo deforma la realidad. Durante este año el Estado de Baviera (titular hasta finales del presente año de los derechos de edición) volverá a publicar Mein Kampf (Mi lucha), libro firmado por Adolf Hitler, en el que se autoproclama Übermensc (superhombre, término acuñado por Nietzsche), al más puro estilo de dictador de Corea del Norte, Kim Il-sung, (Gran Líder y Líder Eterno, incluso desde el más allá gobernará los designios de su pueblo). No quiero establecer paralelismos, ya se sabe, las comparaciones son odiosas, pero resulta inevitable.

En Mein Kampf, se perfilan las ideas principales del truculento régimen alemán. Destaca su amor por el pueblo alemán, el pueblo de verdad, el de la tierra y no los que no son de la tierra, desgrana sus tesis sobre el peligro del "pueblo judío", también proclama que el pueblo alemán tiene que alcanzar el liderazgo mundial y conquistar Europa, que hay hombres que merecen morir (por ser judíos fundamentalmente, pero también por no ser de "la raza"), menciona en repetidas ocasiones el "destino histórico" de su pueblo (el alemán), palabras estas, muy utilizadas por los Grandes y Eternos Líderes nacionalistas (o molt honorable, chirría solo leerlo) de nuestro entorno que, al igual que aquel del bigotito, se sienten superhombres capaces de reconducir el designio de su lastrado pueblo y todo cuanto dicen o hacen son "momentos históricos" dignos de ser escritos con letras de oro para que su amado pueblo pueda recordar quien es el mesías salvador. En fin, volviendo a Mein Kampf, estamos ante un compendio de barbaridades mesiánicas y antisemitas adornado por un consciente y omnipresente desprecio por la vida humana.

Ahora bien, yo me pregunto, ¿por qué publicar un libro que es la base del pensamiento nazi que tantos millones de muertes provocó?. Hay varias posibilidades, la primera que se me ocurre es el "vil dinero". Teniendo en cuenta cómo es nuestra sociedad en la que lo primero es el dinero (por encima de las vidas, esto es indiscutible, cada día vemos en los medios de comunicación cientos de pruebas), parece una buena razón. Supongo que habrán hecho un fantástico estudio de mercado, teniendo en cuenta el clima segregacionista que ahora se respira, entre otros aspectos, por supuesto, y su decisión ha sido concluyente: es un excelente momento para volver a airear el pensamiento nazi. 

Otra posibilidad es que los responsables de la publicación estén como un cencerro y vean bien, sin tener en cuenta los beneficios económicos, publicar semejante libraco saturado de propaganda convulsiva y fetichista, porque en mayor o menor grado les parece un libro entretenido. Dejémoslo ahí, no quisiera añadir "necesario" o "didáctico" porque entraríamos en un terreno demasiado tenebroso, a pesar de todo, los habrá que así lo consideren.

Y por último, existe la posibilidad de publicar algo que consideran histórico y por lo tanto deformable gracias al paso del tiempo. Vuelvo al inicio de este artículo, el tiempo da y quita razones, pero sobretodo deforma la realidad. Pensemos en cualquier imperio, el Romano por ejemplo, tan estudiado y mostrado en miles de libros a lo largo de decenios. El romano, fue un imperio devastador dirigido por dictadores que mandaban ejércitos de huestes que invadían, sometían, esclavizaban, violaban y asesinaban. Con el paso del tiempo, esos dictadores y su acentuado imperialismo bélico ha pasado a ser una especie de cuento, incluso desde el punto de vista cultural está bien visto conocer en profundidad sus desvaríos marciales. A pesar de lo sabido, se han realizado películas y editado libros en cantidades industriales. Parece probable que los que sufrieron la crueldad y barbarie de la invasión romana, no tuvieran muchas ganas de leer sobre el asunto, y menos aun, de como los iluminados emperadores de turno motivaban a sus ejércitos para ampliar sus dominios. 

Juzguen ustedes si es adecuado o no la publicación de Mein Kampf, si es apropiado espolear los delirios inhumanos de un personaje que fueron la base ideológica de un genocidio en toda regla. Publicar Mein Kampf, para tener presente unos hechos que no queremos que vuelvan a ocurrir (a pesar de que a lo largo de la historia de la humanidad siempre se han repetido, solo queda esperar para que vuelva a suceder) o para todo lo contrario, estimular ese segregacionismo creciente y acelerar ese tiempo de espera para que vuelva a ocurrir el desastre. Solo depende de las manos en las que caiga el libro.