viernes, 30 de agosto de 2013

CAMINANTE, NO HAY CAMINO


Cuando las vacaciones tocan a su fin y tenemos que hacer el camino de vuelta para volver a la ciudad en la que vivimos, la ciudad que se lleva casi toda nuestra vida y hacemos un repaso imaginario de lo vivido en estos días de ocio y descanso, como intentando no perder esas sensaciones del veraneo, esos sentimientos de libertad y regocijo, nos damos cuenta que el camino hecho es pasado, y lo pasado, pasado está. Es como la estela que deja un barco al navegar que a los pocos segundos desaparece en el mar, así es nuestra vida, nuestro camino. Como ya nos dejó en su gran legado Antonio Machado:

Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en el mar.

miércoles, 28 de agosto de 2013

JAYNE MANSFIELD


La inteligente y exuberante, aunque parezca infusible, Jayne Mansfield tuvo una brillante carrera como actriz lamentablemente sesgada en un santiamén de forma "guillotinesca", suceso que siempre se intentó ocultar.

Capaz de hablar fluidamente cinco idiomas, esta políglota rubia platino tenía un coeficiente intelectual mucho más alto que la media, junto con un físico espectacular, hacía que en su época fuera la estrella del celuloide hollywoodiense que brillaba con más fuerza, incluso más que Marilyn Monroe. Chica Playboy en 1955, casada tres veces, tenía cinco hijos, se le atribuían romances con los Kennedy (parece que todas las actrices de la época pasaban por la alcoba de esta familia), fue protagonista de una larga lista de películas, llegando a ser la envidia de sus camaradas. Reconocida internacionalmente, aunque debido a su muerte prematura no alcanzó nunca las cotas de popularidad de Marilyn, llegó a ser una actriz sex symbol muy popular.

Cuando estaba en la cumbre de su carrera, rodeada de una nube de glamour, un trágico accidente de coche cortó en seco su mundo de fantasía. El coche se chocó contra la parte trasera de un camión metiéndose debajo y seccionando toda la parte superior del coche. La historia nunca escrita dice que encontraron el cuerpo de Jayne Mansfield decapitado, pero para preservar su imagen se mantuvo en secreto este macabro aspecto del accidente.

La imagen celestial que envolvía a la estrella se tenía que conservar intacta. Para todos esos millones de mujeres y hombres que vieron en ella algo especial hubiera sido muy duro ver su cuerpo decapitado, no sólo humanamente, sino como un ser fantástico y casi divino que está fuera de estos sucesos mundanos. Hubiera roto sus sueños, sus ilusiones y hasta sus aspiraciones, porque tenían un espejo en el que mirarse, una diosa en la que internar reflejarse, una meta tal vez inalcanzable pero que les hacía seguir avanzando. Porque como dijo Dostoievski: "No hay para el ser humano preocupación más constante que la de buscar, siendo libre, ante quién inclinarse".

lunes, 26 de agosto de 2013

CONTICINIO


En una noche sofocante de agosto disfruté de algo que hacía mucho tiempo no tenía, algo imposible para los que vivimos en una ciudad. En un pequeño pueblo enclavado en el Parque Natural de las Arribes del Duero saboreé la quietud nocturna que invita a soñar con su íntimo silencio a unirnos con la naturaleza, me deleité del conticinio, como ya nos mostraron los romanos hace muchos lustros, de esa hora de la noche donde reina una quietud total…

En el momento que se ponía el sol, el aire todavía estaba demasiado caldeado y había que esperar pacientemente para notar con alivio el frescor de la noche. Cuando hacía ya unas horas que la luna nos iluminaba casi sin querer y habíamos superado el caluroso día, era el momento de salir a tomar la fresca. Todos los vecinos del pequeño pueblo tenían esta costumbre muy arraigada, tanto o más que hacer la siesta. Costumbre deliciosa, muy social puesto que invita a la conversación y diría que hasta idílica si consigues vivir el conticinio en los momentos finales. 

Bien entrada la noche, a eso de la una o las dos de la madrugada muchos de los que disfrutan de la costumbre de tomar la fresca empiezan a sentir que su cuerpo les reclama la posición horizontal y deciden dejar las hamacas o sillas en las que estaban sentados y se despiden hasta el día siguiente dando las buenas noches. Una de esas noches aguanté tranquilamente recostado en una hamaca medio deshilachada hasta que sin darme cuenta me quedé sólo y el silencio y la calma fueron absolutas. A lo lejos se vislumbraba, gracias al resplandor de la luna, el montañoso horizonte portugués, las figuras fantasmagóricas de las encinas y la silueta del castillo del pueblo, todo cubierto por un manto de miles de estrellas. El silencio era sepulcral, el mundo se había parado y no sabía si estaba in situ o estaba soñando. El conticinio se prolongó unos minutos hasta que vi pasar un gato corriendo que me devolvió a la realidad. Fueron unos minutos en los que la comunión con el entorno fue mágica, tanto que lo recuerdo como una utopía ahora que he vuelto a la cuidad y las vacaciones han terminado.