viernes, 31 de mayo de 2013

PRIMAVERINVIERNO (Ventanas de Barcino 1)


Se está acabando el mes de mayo y podemos decir sin miedo a confundirnos aquello de "hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo". El clima fresco, la lluvia impertinente que durante todo el invierno y ahora en primavera no nos quiere dejar, hace que tenga la sensación de estar en otra época del año. Los cielos grises que cada mañana me han acompañado ininterrumpidamente durante meses, hoy han vuelto hacer acto de presencia. Miras por la ventana para intuir como vestirte más adecuadamente, como si buscaras un hilo de esperanza al que aferrarte y ver la primavera de verdad, pero todas las personas que veo van muy abrigadas, como si fuera pleno invierno, exceptuando los turistas nórdicos que tantas veces he visto en procesión al Camp Nou por la Travessera, que sin ningún tipo de complejos van en camiseta de tirantes y chanclas, su obstinación y fortaleza me tienen sorprendido. Asimilo que todavía hace frío y me visto de invierno-primavera, es difícil, pero es lo que hay. Cojo mi bici Thoria, una reliquia holandesa de los años sesenta que me ha costado restaurar medio año y salgo con la frescura de la mañana dando pedales alegremente. El viento me empuja en mi trayectoria y al llegar a la Diagonal ves la vida en pleno moviendo de la ciudad, coches, tranvías, autobuses, motos, bicis, peatones, todos hacia su destino, en plena actividad en esta primavera-invierno que no nos quiere dejar.

miércoles, 29 de mayo de 2013

GALLÍPOLI NO ES UN CUENTO


En la península turca de Gallípoli tuvo lugar uno de los sucesos más sangrientos, y contrariamente ignorados, de la historia reciente. Eclipsado por la Segunda Guerra Mundial, la Batalla de Gallípolí que sucedió en la Primera Guerra Mundial, fue un estrepitoso fracaso del ejercito inglés.

A propuesta del entonces Primer Lord del Almirantazgo, Winston Churchill, los británicos idearon esta campaña en la que atacando a Turquía, el aliado presuntamente más débil, tendrían el control de los estrechos para revitalizar a Rusia que necesitaba urgentemente armamento y también podrían encerrar a los imperios centrales (Imperio Alemán, Imperio Austro-Húngaro e Imperio Turco-Otomano).

La Batalla de Gallípoli o Batalla de los Dardanelos tuvo lugar en Gallípoli el año 1915. Se llevó a cabo una operación combinada entre británicos y franceses (también había muchos australianos y neozelandeses que formaban el ANZAC) con el fin de conquistar la capital otomana de Constantinopla (la actual Estambul). Se inició con el desembarco de Gallípoli, pero los aliados no consiguieron penetrar por sorpresa en el Imperio Otomano y fracasaron en las sucesivas ofensivas. 

El ejército otomano de Mustafá Kemal (conocido posteriormente como Atatürk y que a la postre sería el primer presidente de la República de Turquía) entró en la Primera Guerra Mundial del lado de Alemania y desempeñó un papel primordial en esta batalla. 

Las bajas fueros espantosamente elevadas, los británicos tuvieron más de 250.000 bajas (más de 50.000 muertos) entre los que hubo australianos y neozelandeses. Los franceses tuvieron 50.000 bajas, con más de 8.000 muertos. Para los turcos que resistieron el ataque y salieron "victoriosos" la deuda que pagaron fue 270.000 bajas, con más de 60.000 muertos. Estas terribles cifras en tiempo de paz parecen una fábula, pero fue absolutamente real. 

Se dice, que en tiempo de paz, es inconcebible que puedan suceder estas animaladas. Que nuestra mente no es capaz de asimilar realmente semejante matanza, lo vemos como si fuera un cuento que leemos. También se dice que los que han vivido una guerra con batallas tan sangrientas, no son capaces de concebir la paz. Su mente borra los tiempos de paz o los difumina de tal manera que cuando están en la guerra, ven la paz tan lejana e inaudita que es como si nunca hubiera existido. No se a que se debe este "artilugio mental" para eliminar el pasado, para eliminar la paz de tu mente (es terrible, esto no se puede llegar a imaginar), tal vez el instinto de supervivencia, quizás el delirio colectivo o ambas cosas a la vez. Sólo espero que no tengamos que padecer esta tremenda enajenación que nos juega la mente en estas situaciones límite.

viernes, 24 de mayo de 2013

EL ÚLTIMO MONO

Que tu seas el último mono no debería de extrañarte en absoluto y no me refiero al último mono de "homínido", sino al último mono de que pintas menos que Jezulín en la Real Academia de la Lengua. Cuantas veces has tenido esta sensación o simplemente te lo han dicho a la cara directamente, sin vaselina:
- ¡Y tu cállate, que no pintas nada! -se te queda una cara de pánfilo que no sabes donde meterte.

"Que no pintas nada", viene a ser lo mismo que "el último mono". Aquí podemos apreciar una relación directa entre la palabra "pintar" y la palabra "mono", por tanto podemos decir sin miedo a confundirnos "que pintas menos que un mono". Llegados a este punto estamos desprestigiando, sin querer, a los que se dedican a la pintura, ya sea profesionalmente o como aficionados. Y no me refiero a los "pintores de brocha gorda" (claro que también podría referirme a ellos, pero con ese nombre "brocha gorda" me dan como un poco miedo y un poco risa, todo a la vez), sino a los pintores, pintores. 

Me refiero pintores como Velazquez o Goya, grandes maestros de la puntuar universal. Para no caer en banalidades tendríamos que decir algo así: 
- Goya no era el último mono, era un maestro de la pintura.

De donde deducimos que:
- Goya, el gran maestro de la pintura, pintó más que un mono (esto no es cachondeo, es rigurosamente cierto) porque sino "pinto menos que un mono", por lo tanto "sería el último mono", cosa que sabemos todos que no fue así.

Lo que no podemos decir de Goya, es que es un pintor mono (ahora no me refiero a mono de homínido, sino mono de guapo) porque más bien era feo, en cambio Velazquez tenía otra planta (y no insinúo planta de vegetal, sino planta de aspecto, de imagen), pero lo de la planta lo dejaremos para otra ocasión porque el mundo vegetal da para mucho.

miércoles, 22 de mayo de 2013

SU SEMBLANTE MUTADO


Las intuiciones, siempre basadas en criterios muy variados entre los que está la experiencia, la inteligencia emocional, la empatía, el conocimiento y algunos más, nos hacen decidir y sentenciar sobre nuestra vida y la de los demás, a veces incluso sin darnos cuenta y pensamos que decidimos a la brava, pero nada más lejos de la realidad. 

Gracias a este cúmulo de elementos somos capaces de vislumbrar como es una persona con sólo fijarnos en pequeños matices. Con observar la manera de hablar, las palabras que utiliza, con qué entonación, cómo gesticula, las ropa que viste, en sus movimientos, la manera de expresarse o actuar en una determinada situación… todo esto nos hace valorar a una persona, la analizamos, intuimos. 

Hay personas que tienen una habilidad especial para desmenuzar a otras. Son auténticos privilegiados, capaces de entrever aspectos íntimos muy sutiles con un golpe de ojo. Pero contrariamente también hay personas que saben camuflar todos estos aspectos magistralmente, son expertos en mentir. Su vida es una farsa tan constante que la mentira se convierte en realidad. Cuantas personas, con el paso del tiempo, se dan cuenta un día que la persona que estaba a su lado no tiene nada que ver con la que era ayer. Después intentas averiguar como fue posible que no te dieras cuenta de nada, que no vieras quien era realmente o que no vieras en que se ha convertido. Que no fueras capaz de ver el semblante mutado con la suficiente antelación, antes de que sea demasiado tarde. Amigos, familiares, compañeros, desconocidos, parejas… creemos conocerlos pero la verdad es que jamás tendremos la certeza absoluta de si la cara que vemos es la real o la mutada.

martes, 21 de mayo de 2013

EL TERRITORIO DEL CAMALEÓN


Muchos niños y adultos sueñan con ser invisibles. Quien no ha sido invisible alguna vez durante un tiempo determinado o mejor, quizás, durante un tiempo indefinido. Ser invisible a tu antojo, a ratos o permanentemente. Mirar el mundo desde una ventana, sentado tranquilamente, observando, analizando, dormitando. Estar en un limbo en el que nadie te ve, ni te escucha. Como si fueras un camaleón, que en cualquier sitio parece estar tan mimetizado con el entorno, que es como si no existiera. Puedes saltar, gritar, golpear, escupir, pelear y hasta quemar, pero sigues siendo invisible, sigues siendo un camaleón. A veces lo intentas con un gran esfuerzo, ser visible, pero te das cuenta que jamás lo conseguirás y vuelves a tu lividez, a tu trasparencia. Pasado un tiempo lo vuelves a intentar, pensando que algo ha cambiado y te crees visible durante una temporada pero al final vuelves a ser etéreo. Te miras las manos, los brazos, las piernas y no ves nada. Te miras en el espejo y ves a alguien, pero alguien difuminado, si mantienes la vista en el espejo, en unos minutos acabas por diluirte. No es un desaparecer físico, a veces sí, es una invisibilidad con el entorno, pierdes el volumen, te quedas plano.

Todos hemos sido camaleones en algún momento, algunos durante un rato solamente, otros intermitentemente y otros de forma permanente. Quizás porque estamos en el medio, en tierra de nadie, ni somos los más grades, ni tampoco los más pequeños, ni los más fuertes, ni los más débiles. Estamos en el territorio del camaleón, el territorio de los trasparentes, en el fabuloso territorio de las ensoñaciones.

jueves, 16 de mayo de 2013

EL ALCAZAR DEL ABUELO (PARTE 2)


Al fondo, a la izquierda del recibidor, estaba la cocina, grande, con una mesa para ocho o diez personas y una chimenea inmensa. Recuerdo también algún mueble sencillo, de esos con puertas color crema nacaradas y algún estante de vidrio donde había copas. Había una cocina de bombona de gas (las de color naranja que pesaban muchísimo), pero la abuela utilizaba más la chimenea grande para cocinar, cuestión de hábitos. La chimenea estaba abierta, no tenía paredes, era como si en una esquina de la cocina haces una salida de humos y pones en el techo dos paredes de ladrillo de un metro. En estas paredes siempre había colgado chorizos, morcillas, panceta, lomos y hasta jamones, todo de la matanza de uno de los cerdos que con tanta diligencia criaba el abuelo. Al fondo del recibidor, cerca de la puerta de la cocina, había una pequeña despensa que siempre estaba fresca, era como una cueva. En todo el cuerpo de la casa, en la parte de arriba estaba el "sobrao", que era la parte de arriba de la casa, muy bajita y con suelo de madera, aquí los abuelos guardaban sacos de trigo y cosas así. Por supuesto había un gato, pero era un gato libre, se llamaba Lucio y entraba y salía a su antojo. Comía lo mismo que un perro, era un felino en toda regla, de color gris y blanco. Creo que él se sentía de esta casa y nosotros así lo veíamos. Una pequeña puerta entre la "habitación grade" de mis padres y la entrada a casa, nos conducía al huerto de la parte de atrás. Para llegar al huerto había que atravesar un pasillo estrecho en el que había un grifo con un palancana que hacía las funciones de lavabo y una especie de ducha que dejaba caer el agua directamente al suelo. Al final de este pasillo llegabas al huerto, había plantado de todo, tomates, cebollas, repollos, etc. Desde el huerto podíamos ver al horizonte la Marofa, una montaña situada en tierras portuguesas, era como un punto cardinal.

Este era mi "alcazar" de verano, el reino de mis abuelos. Aquí nos trasladábamos no sólo de lugar, sino de tiempo, nuestras vidas retrocedían cuarenta años de golpe, todo era más natural, más instintivo. Recuerdo a mi abuelo, trabajador, risueño, ilusionado, con proyectos de futuro. Un señor, a pesar de su apariencia campechana. Cuando falleció yo tenía ocho años, su muerte no fue significativa para mi entonces, pero gracias a él tengo estos recuerdos, estas vivencias, estos sueños.

miércoles, 15 de mayo de 2013

CALLAR O HABLAR


- Si callas y no dices nada podrás salvarte, pero si cantas será tu perdición, no te salvará ni Dios.
- Yo digo lo que me da la gana -contesta la chica.
- Tu misma, pero tu ímpetu y tus excesivas creencias en la justicia universal te llevarán al huerto. No tienes ni la más remota idea de como funciona esto. No sabes hasta que punto te la estás jugando y a quien tratas de joder.
- Yo no trato de joder a nadie, sólo quiero decir la verdad. El hecho de que seas abogado no te hace saberlo todo, yo se lo que sucedió por que estuve allí.
- Eso no importa, lo importante es no hablar, no decir nada o casi nada. Es más importante callar que hablar, así podrás salir airosa de la situación.
- Me revienta tener que pagarte por lo que estás haciendo, no me ayudas en nada, pensaba que eras mi amigo, pero parece que quieres favorecer a ellos. 
- Todo lo contrario, como abogado tuyo mi principal función es que te salves.
- Pero salvarme de qué, si no he hecho nada, sólo quiero decir la verdad y no callarme. Quiero contar quien fue el culpable de ese horrible suceso, por que yo lo vi. Quiero declarar que ellos fueron los que planearon todo y después lo ejecutaron. Tienen que pagarlo, tienen que ser condenados.
- Insisto por tu bien. Tienes que controlarte y no decir nada. Donde vivimos cuando hablas te comen y te despellejan vivo. Son como alimañas, autenticas ratas sarnosas con un hambre voraz, no soportan que nadie les haga sombra, que nadie les contradiga. Si hablas estas muerta, si callas te salvarás.


lunes, 13 de mayo de 2013

ÉL


Cuando vio todo lo que había que hacer pensó que sólo ÉL sería capaz de hacerlo con éxito. Sólo ÉL tenía en sus manos, en su cabeza, en su exquisita sabiduría atemporal la solución a cualquier problema que pudiera presentarse. La solución a un futuro prometedor, un futuro pleno de felicidad, sin fisuras, mucho mejor que el presente y el pasado. ÉL conocía el camino a seguir mejor que nadie, de hecho, ÉL construiría ese camino hacía tu porvenir, hacía tu bienestar. Él haría todo lo necesario por ti, por vosotros. Haría lo legal y lo ilegal, lo macabro y lo bello, lo real y lo ilusorio. ÉL lucharía lo indecible para alcanzar esa meta que tu deseas. ÉL borraría tu pasado, haría desaparecer tu horrible y doloroso pasado, ÉL te regalaría un maravilloso nuevo mundo. Eso es lo que ÉL te dice y tu, con tu deseo o con tu desesperación, te lo crees a pies puntillas.

ÉL se miraba al espejo y sutilmente, sin querer aceptarlo del todo, sabía en su interior que actuaba como un Dios, como un creador de naciones, un fanático de sí porque vivía entregado a su causa de un modo desmedido, como si en lo más íntimo desconfiara de la legitimidad de sus planes o de sus posibilidades de éxito. ÉL tenía otras caras, pero ésta dominaba sobre las demás.

viernes, 10 de mayo de 2013

EL ALCAZAR DEL ABUELO (PARTE 1)


Cuando era un niño y llegaba el verano, me trasladaba con mis padres de la gran ciudad al pueblo, un pequeño pueblo de 200 habitantes que en verano podía llegar a 1000. 

Tengo un dulce recuerdo de esa época. En el pueblo comenzaba una aventura de casi dos meses donde tu vida cambiaba por completo. El cuarto de baño oficial era al boíl (la cuadra, era la habitación de los burros, cerdos y el ganado en general), a veces aquí había vacas. Era tan grande como la casa, hasta tenía un patio descubierto, aquí se guardaba todo lo relacionado con los animales y los aperos de labranza, estaba situado enfrente de casa. Por entonces, el medio de transporte eran los dos burros que tenía mi abuelo o una pequeña y destartalada bici que estaba tirada durante todo el invierno en el boíl, sin ningún tipo de protección, lo que hacía que cada verano, para volver a utilizarla casi había que restaurarla.

Nada más entrar en casa, por unas grandes puertas metálicas, te encontrabas el patio. En el patio se hacía mucha vida, se sacaban la sillas y se pasaban las horas muertas tranquilamente o charlando con los vecinos que frecuentemente se acercaban. La lagareta (construcción de cuatro paredes de piedra de un metro de alto más o menos, donde se echaba la uva, se pisaba y por una pequeña salida que tenía, se recogía el mosto para fermentarlo) estaba situada en una esquina del patio. Pegada a la lagareta había una escalera de piedra que subía a la parte de arriba, a una especie de boardilla que no se usaba para nada en concreto. El patio era como el centro de la casa. Una de las paredes del patio, la de enfrente, la ocupaba la "habitación grande", que era donde dormían mis padres. En la pared de la izquierda del patio estaba la entrada a una cuadra, donde el abuelo en una parte tenía los cerdos y en otra dos tinajas de barro tan altas como una persona, donde fermentaba el vino. En otro de los costados del patio, la parte derecha según entras, estaba la puerta de entrada a casa que daba al "recibidor", tan grande o más que el salón. A la derecha del recibidor estaba el comedor, siempre lo recuerdo muy oscuro, al que estaban unidas dos habitaciones pequeñas que tenían cortina en vez de puerta, de hecho no tenían ni los tabiques de la puertas. En cada una de estas habitaciones había un pequeña cama. A la izquierda del recibidor había otra habitación, la de los abuelos, tenía una pequeña ventana que daba a la parte de atrás de la casa, donde había un huerto con un pozo y una ciruelera grandísima, que daba unas monumentales ciruelas jugosas y amarillas, que nos comíamos como si fuera un manjar cuando conseguíamos que no las picotearan los pájaros.

miércoles, 8 de mayo de 2013

REYES DE SU INFANCIA


Sin zapatos. Sin guantes. Ni cascos, ni lentes de protección. Así cada día se enfrenta Begum a su jornada de trabajo. Él ya es uno de los trabajadores más veteranos del galpón 2, donde comenzó hace 5 años, cuando apenas alcanzaba los 7. Begum es uno de los 5 millones de niños que trabajan en Bangladesh para grandes empresas mundiales. Su sueldo no sobrepasa los 12 euros mensuales, y las normas de seguridad son inexistentes.

Al escuchar la sirena a la siete de la mañana, Begum corre cada día hasta la puerta de la fábrica, que no es más que un galpón improvisado de tres pisos, en el que la temperatura media es de 40 grados, combatida por dos ventiladores huérfanos de la mitad de sus aspas. La luz natural suele colarse con timidez por las cuatro ventanas dibujadas en las paredes y que han sido tapadas por grandes carteles de distinta publicidad electoral.

Esta improvisada empresa es una de las 600 que funcionan en la capital de Bangladesh, donde los niños entre 5 y 12 años representan la mano de obra más barata del mercado. Su trabajo consiste en hacer ollas pequeñas. Los trabajadores más grandes pasan las láminas y los más pequeños las moldean. Se sientan en el suelo y van dando con un martillo a las piezas para que alcancen la forma que les piden. Así durante interminables horas. La comida se la tiene que traer de casa. Tampoco hay baños, ni agua. Los domingos no trabaja y los pasa durmiendo, siempre está cansado.

¿Quiénes son los amos que roban tan cruelmente la infancia a esos niños? ¿quiénes son los reyes del mundo? ¿quiénes miran pero no ven?

lunes, 6 de mayo de 2013

LENTEJAS Y LENTEJOS


Cuenta nuestro estimado Millás que es bueno hacerse preguntas sobre el lenguaje, incluso preguntas locas e incoherentes. Creo que es un buen ejercicio, sobre todo para las personas que quieren dejar remarcado lo de: "Estimadas/os señoras/es…", "Buenas noches a todas y a todos…", en fin, toda esa noñería incongruente y lascivamente rosada.

¿Por qué, por ejemplo, todo el mundo come lentejas, cuando lo lógico sería que los hombres comieran lentejos? Un mundo en el que la frontera entre lo masculino y lo femenino es brutal o quizá lo era o quizá alguien quiere que sea. En un mundo así, resulta contradictorio que ellas comieran garbanzos, en vez de garbanzas; que ellos se sentaran en sillas, en vez de en sillos; que ellas tuvieran cabello, o pelo, en vez de cabella, o pela; que ellos usaran camisas, en vez de camisos? 

Si avanzamos más en esta necedad, la mesa (que como imagen tiene tanta fuerza o más que como palabra) se podría llamar meso, dependiendo de quien la utilizara. Si ellas comen en la mesa, ellos comen en el meso (imposible de digerir mentalmente sin ayuda específica). Algo parecido ocurre con el caballo. Ellos montan a caballo y ellas montan a caballa (me da dolor de cabeza), cuidado que aquí empiezan las confusiones. 

Lo que saco en claro de esto es que la lengua puede dar para mucho, mucho, mucho.

viernes, 3 de mayo de 2013

TIEMPO MUERTO


¡Qué expresión! ¡Tiempo muerto! es uno de esos aforismos que no pasan desapercibidos. El significado más común es: en algunos deportes, suspensión temporal del juego solicitada por un entrenador cuando su equipo está en posesión del balón, o el juego se halla detenido por cualquier causa. También, es el lapso que transcurre entre un estímulo y su respuesta o el intervalo de tiempo en que el funcionamiento de un sistema no es eficaz.

De estas definiciones podemos deducir por ejemplo que cuando te dan un guantazo literalmente y te quedas atontado hasta que reaccionas, estás en un tiempo muerto. Es el lapso que transcurre entre un estímulo y su respuesta. Nunca lo había pensado así, pero si el guantazo es muy fuerte ese tiempo muerto igual se prolonga demasiado y realmente si que sería un tiempo muerto. Para ilustrar este comentario y dejarlo totalmente claro me remito a las famosas películas Bud Spencer. El señor Bud, gracias a su corpulencia, soltaba unas galletas de tres pares de cojones, gustaba de repartirlas con la mano abierta, y a quien enganchaba, entraba en un tiempo muerto, pero muerto, muerto. 

Otra de las definiciones se ajusta bastante a la situación de nuestro país, el intervalo de tiempo en que el funcionamiento de un sistema no es eficaz, por lo tanto estamos en un tiempo muerto. Me gustaría saber quien o quienes han sido los simpáticos que han pedido este tiempo muerto y ahora son incapaces de salir de él. A ellos les enviaría al señor Bub Spencer, experto en tiempos muertos, para que les diera un lección de como funciona el asusto. Un par de galletas bien dadas, de esas que reparte el señor Bud con la mano abierta, les podría aclarar como salir del atolladero en el que nos han metido, y si después de la ayuda de Bud siguen sin verlo claro, por lo menos se van calentitos, que también les hace falta.