martes, 31 de enero de 2017

¡VIVA EL ERROR!

“No fracasé, solo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”, respondió Thomas Edison a un periodista que le recordó que había cosechado casi mil intentos fallidos antes de dar con el filamento de tungsteno. Asumir "la belleza de equivocarse” mejoraría la cultura global si los sistemas educativos enseñaran este método de aprendizaje. Es decir, aceptar, como hizo Thomas Edison tras inventar la bombilla, que los errores cometidos durante el proceso eran, únicamente, parte de un aprendizaje hacia al éxito: el acierto del error. Lo obvio es creer que de los errores se puede aprender, pero no nos engañemos, el error por sí mismo no garantiza nada. Para convertir el fracaso en aprendizaje se necesitan dotes analíticas, inteligencia, autocrítica y capacidad para el aprendizaje.

La alabanza del error es un clásico del discurso emprendedor y de progreso (Fail fast, fail often, fracasa rápido, fracasa a menudo) y en los grandes centros de desarrollo como Silicon Valley lo saben muy bien. “Si un experimento funciona exactamente como esperábamos, será muy satisfactorio pero... ¡no habremos aprendido nada! Otras veces sucede algo inesperado y esto puede frustrarnos, pero hay que aguantar esa frustración hasta que nos percatemos de qué nos está enseñando ese supuesto error”, señala un científico de Silicon Valley exponiendo un mantra que tienen asimilado como un acto imprescindible para evolucionar y aprender.

La educación tradicional nos ha enseñado que debemos combatir el error a cada instante. Nos han enseñado que el error es algo negativo, prohibido e inaceptable. Errar está mal y quien se equivoque deberá ser sancionado. ¿Pero quién no se equivoca? En la educación tradicional el error se utiliza como variable para medir conocimientos, aprobar o desaprobar al alumno. Cuando una niña o niño se equivoque será excluido, criticado o humillado porque falló, porque “no sabe” o “no entiende”. La sociedad ha sido educada para perseguir y humillar a la persona que comete errores. Y ese es uno de los problemas de nuestra sociedad: todo el mundo comete errores, el problema aparece cuando cometer errores se convierte el algo punible, algo que hay que castigar. Y entonces me pregunto, ¿cuántos errores sin consecuencias negativas reales hemos cometido y han sido castigados de una forma u otra? 

Es posible que la pérdida del temor a equivocarse, a fallar o fracasar, puede conducir a una superación de las limitaciones personales y colectivas. Se trata de atravesar los dogmas que ridículamente determinan los valores morales y comportamientos sociales impuestos por la educación tradicional en las instituciones, la familia o la religión. Quizá el error sea una prueba de humanidad, la forma de educación más práctica y real.

miércoles, 25 de enero de 2017

DESPOJARSE LA PIEL

Sobre nuestras espaldas se van acumulando hechos, pensamientos y fricciones que nos van cegando. Pero a veces, casi sin darnos cuenta, somos capaces de evadirnos y volvemos a ver como veíamos cuando aún éramos libres, como en nuestra tierna infancia. Un efecto natural de la vida es cubrirse con una fina capa de… ¿qué?, ¿una película?, ¿un residuo de la piel de todas las cosas que has hecho, sido y dicho y en las que te has equivocado? Quién sabe. Pero el caso es que durante mucho tiempo nos cubrimos con esa capa y solo raramente lo sabemos, a menos que por un motivo o una oportunidad inesperados salgamos de ella, durante una hora o incluso un momento, y nos sintamos repentinamente bien. Y en ese mágico momento uno se da cuenta del tiempo que ha pasado desde que empezó a sentirse así. Se pregunta si habrá estado soñando o enfermo o ambas cosas a la vez. ¿Es la propia vida un sueño o un síndrome? ¿Quién sabe? Seguro que todos nos sentimos así alguna vez, no es algo exclusivo, cientos de miles de personas ya lo han sentido antes.

Solo después, súbitamente, uno se despoja de eso, de esa película, de esa piel de la vida, como cuando era pequeño. Y piensa: así debió de ser mi vida una vez, aunque entonces no lo supiera y tampoco lo recuerde realmente. Es una sensación de viento en las mejillas y en los brazos, de liberarse, de soltarse, de volar. Y como no ha sido así durante mucho tiempo, esta vez uno quiere prolongar ese momento resplandeciente, ese aire fresco, esa nueva vida, intentando preservar una sensación fugaz, porque quizá cuando vuelva ya sea demasiado tarde, o sea demasiado viejo y tal vez sea la última vez que uno sienta eso en su vida. Despojémonos de esa piel y, ¡a volar!

miércoles, 18 de enero de 2017

IMPUNIDAD TOTAL

Como si se tratara de una película de James Bond, el gobierno ruso continua actuando con absoluta impunidad, como si para ellos no existiese la ley. Sin ningún tipo de reparo denigran a sus propios ciudadanos cuando lo creen oportuno y respecto al resto de habitantes del planeta, nos califican directamente como enemigos. Desde los tiempos de los zares continúan con esa mentalidad de supervivencia guerrera. Su forma de actuar dista mucho de lo normal en un país democrático del siglo XXI. Y no lo esconden, al contrario, les gusta mostrarlo. Son altivos y no pueden remediarlo, aunque saben que los demás gobiernos no se chupan el dedo. 

Estos días ha salido a la luz una información realmente delicada. El asunto ha sido urdido por las más oscuras mentes del gobierno ruso. Eso sí, con la colaboración de uno de los papanatas más grandes de la actualidad, Donald Trump. Otro que le puede su ego. 

Un ex espía británico, Christopher Steele, asegura que Rusia posee información lo suficientemente escandalosa como para chantajear al futuro presidente de Estados Unidos. Concretamente se trata de cierta actividad sexual de Trump durante varias visitas a Moscú y supuestas relaciones con círculos clandestinos del Kremlin. Quizá no sea verdad, puesto que el estado ruso miente por naturaleza; incluso a los suyos, apuntó el propio espía más buscado del mundo por los medios de comunicación (y tal vez por alguien menos amable). Pero las fuentes son fidedignas y teniendo en cuenta la forma de actuar de los rusos y al propio sujeto (Trump), no sería algo descabellado. Al contrario, parecería extraño que no hubiera sucedido. 

Para la FSB (Servicio de Seguridad de la Federación Rusa), antiguo KGB al que perteneció Putin, es habitual espiar a personalidades estadounidenses de alto perfil como Trump y acumular información sobre ellos en un dossier. Esta información puede ser muy útil llegado el caso para presionarles a que adopten medidas favorables a los intereses del Kremlin. Nada nuevo en el horizonte, podríamos pensar que el gobierno que no actúa de esta forma es porque no puede o porque es un mentecato. Para terminar de formarnos una idea más exacta de todo este entuerto, añadiré que es “normal” por parte del FSB filmar a visitantes importantes a Moscú en la aparente privacidad de sus habitaciones de hotel. "El hotel de lujo en el que se hospedó Trump es un estudio de televisión", aseguró, solo medio en broma, el ex espía.

En la campaña a la presidencia de Estados Unidos, Trump ha criticado a los republicanos, a los demócratas, a los extranjeros, al Papa, al sistema electoral de su país, a la CIA, al FBI, a la OTAN, pero no ha criticado a Putin. ¿Hay una sola persona en el planeta que piense que Trump no ha probado en varias ocasiones la “mercancía rusa”? No olvidemos que para los empresarios orientales este es un procedimiento ineludible para cerrar acuerdos. Y esto es solo el principio.

martes, 10 de enero de 2017

CONTRARIEDADES

La puerta está cerrada, al salir se abre y, después, se cierra. Esta acción tan simple, que ejecutamos cada día decenas de veces, es en sí misma una contrariedad. Nos levantamos y más tarde nos acostarnos, nos vestimos y al poco nos desnudamos, corremos y después paramos. Abrimos los ojos y los cerramos, amamos y odiamos, aprendemos y olvidamos, regalamos y robamos, nacemos y morimos. El ser humano es una contrariedad, el mundo que nos rodea también lo es. El día y la noche, frío y calor, nublado y despejado, quietud y agitación estremecedora. Hemos evolucionado en consonancia con nuestro entorno, es la única manera de sobrevivir.

Desde la mayor nimiedad, hasta el asunto más relevante de nuestras vidas está plagado de contrariedades. Una cena navideña es un encuentro entrañable y cargado de emotividad, pero puede convertirse en algo indeseable de un momento a otro. A veces, la chispa salta muy rápido. Lo mismo ocurre con las vacaciones, que se lo digan a esos que su vida ha dado un vuelco en tan idílicas fechas. Una persona adulta que lleva dos años en paro está deseosa, incluso ansiosa, de encontrar un trabajo, a ser posible un trabajo digno (un horario y un salario que permita vivir con normalidad), pero si el susodicho y anhelado día llega, al cabo de un tiempo aborrecerá ese trabajo tan deseado en otros tiempos. ¿Y qué decir del amor? La energía invisible que mueve el mundo… La linea que separa el amor y el odio es tan sutil que a veces se confunden los sentimientos. Y no me refiero solo al amor idílico, sino a cualquier tipo de amor. Amor a un deporte, a la lectura, a tu pueblo o ciudad, al mundo culinario, a la música, a tus padres, a tus hijos, a la vida.

Para este nuevo año 2017 que comienza me gustaría que mi existencia, saturada de contrariedades por naturaleza, fuera un poco más lineal. Algo así como flotar desnudo en un mar tranquilo de aguas templadas. Eso sería fantástico. Pero el futuro es impredecible y hay que estar preparado para asumir cualquier contratiempo. Por pequeño o grande que nos parezca siempre será insignificante. Es fácil, sabremos hacerlo, forma parte de nosotros. Todos somos más parecidos de lo que imaginamos. La vida está basada en las contrariedades y si no las hubiera no habría vida.