martes, 24 de noviembre de 2015

BLACK WEDFRI

Atención, atención, el black friday está aquí. Esta memez consumista importada de Estados Unidos nos invade cada año. La del 2015 tendrá lugar este viernes 29 de noviembre. Se trata de una jornada de descuento en el comercio tradicional y por Internet que ya viene de lejos en tierras estadounidenses. Se celebra el cuarto viernes de noviembre, justo después de Acción de Gracias. Aquí son unas rebajas (no son grandes rebajas) antes de Navidad, algo poco común, ya que las tiendas solían esperar al 7 de enero.

Igual que en todas las rebajas no se rebajan todos los artículos, solo algunos y menos que en otras rebajas, o si realmente merecen la pena son pocos artículos los que ponen a la venta. Vamos, el mismo cuento de siempre. Como estrategia de marketing no está mal, centrar toda la atención en un solo día genera más expectativas que si fueran dos semanas de rebajas. Es como si quisieran decir que ese viernes negro será lo nunca visto, el día de tu vida, saldrás con bolsas y más bolsas repletas de magníficos artículos tirados de precio. Además, al ser solo un día tienes que correr, volar si hiciera falta, no hay más oportunidades, o la coges, o te quedas fuera. Tienes que ir, lo estás deseando, no te lo puedes perder.

Lo de elegir el color negro junto al día de la semana, en este caso el viernes, tiene diferentes explicaciones. Se dice que el término se originó en Filadelfia donde se utilizaba para describir el denso tráfico de vehículos y de personas el día siguiente de Acción de Gracias (el cuarto jueves de noviembre). El termino se acuñó en torno al año 1961. Más adelante surgió otra explicación refiriéndose a las cuentas de los comercios, que pasaban de números rojos a números negros al vender a espuertas ese viernes. En Estados Unidos el black friday no es un día festivo, pero en muchas empresas existe este día libre. Es el día de mayor movimiento comercial en Estados Unidos desde hace una década, pero si saltamos el charco y volvemos a la Península vemos que algo no cuadra. El cuarto jueves de noviembre no es Acción de Gracias, por lo tanto no es festivo, y el viernes, ninguna empresa lo considera festivo ni por asomo. Por lo tanto este black friday es más un brown friday, no hay por donde cogerlo, por más que te lo quieran meter a cucharadas.

Pensado en los más desfavorecidos de Estado Unidos, me refiero a los parados (supongo que necesitarán las rebajas más que los asalariados), semejante tinglado se podría organizar el cuarto miércoles de noviembre, justo el día antes del famoso día de Acción de Gracias. Tendríamos un black wednesday, o mejor aún black wednes. Impactante, directo, como si fuera una marca, black wednes. Además, sería más “guay”, la gente pasaría el día de Acción de Gracias disfrutando de sus nuevas y flamantes compras, que es lo importante. Sería un verdadero día de Acción de Gracias, se pasarían el día agradeciendo a los comercios haberles dejado adquirir sus artículos soñados a precio de ganga. Supongo que los lobbies de poder trinaría al cielo. Habría un tira y afloja y tendrían que llegar a un acuerdo. Sería bueno mantener el miércoles porque se ayuda los más necesitados, pero tampoco hay que olvidarse del resto de ciudadanos. Miércoles y viernes, viernes y miércoles, ¿qué hacer? Propongo lo siguiente para contentar a todos, parados, asalariados y empresarios: el miércoles se trabaja y hay black wednes, el jueves día de Acción de Gracias y el viernes black friday dando día libre a los currantes. La configuración final, mucho más acertada sería la siguiente: black wedfri, wed de wednesday y fri de friday. Ahí queda eso, solo falta que el esperpéntico Donald Trump le eche el ojo a la idea.

Y por si fuera poco, en Estados Unidos el lunes siguiente al black friday actual (posiblemente black wedfri en un futuro) se celebra el cyber monday. Sí, no es cachondeo. Se trata de otro día de ofertas pero solo a través de Internet. Se me está ocurriendo otro nombre, pero de momento dejémoslo como está, que ya tenemos bastante.

martes, 17 de noviembre de 2015

LA LLAMADA DE LA VIOLENCIA

En tiempos de guerra los psicópatas asesinos campan a sus anchas. Se podría decir han encontrado la excusa perfecta para satisfacer su inclinación a la violencia, inclinación perversa y despiadada que nunca se sacia, y menos aún si existe la clara posibilidad de seguir matando. Es como una viña en agosto para una bandada de estorninos. Estas personas de inclinación perversa lo pasan mal en tiempos de paz. Supongo que se desfogan como pueden, pero a veces se les va la mano y terminan matando. Llegados a un cierto límite, supongo que variable en función de cada persona y las circunstancias que lo rodean, sienten la imperiosa necesidad de satisfacer su oscura inclinación. 

Es muy posible que muchos de los que se apuntan a las filas de grupos terroristas, como los islamistas tan en boca de todos actualmente, tengan una inclinación a matar tan incubada en su propio ser que son incapaces inhibirse ante la posibilidad de satisfacer su sangriento apetito. Es como si sintieran la llamada de la violencia, y no hay mayor violencia que matar a prójimo. Si se facilita como hacerlo, los medios, y se urde un motivo, la mentira, tendrás un ejercito de psicópatas asesinos capaces de todo por satisfacer su pérfida inclinación. Esta es la raíz, el por qué es lo de menos, por una patria o por un dios, que más da. 

Es difícil aceptar que haya personas así. A nuestra sociedad dulcificada le cuesta mucho aceptarlo, o no quiere o cierra los ojos ante esta malvada inclinación. Somos civilizados, hemos evolucionado socialmente en el último siglo como nunca antes había sucedido, la democracia y los derechos humanos nos rodean, pero también somos violentos, asesinos, exterminadores y mil palabras más que no queremos ni oír. Es más, estos adjetivos indeseables vienen de lejos, los otros, los buenos, son más recientes. La historia pasada y, lamentablemente, la presente lo confirma. Guerras por poder, guerras por dinero, guerras por religión, guerras por odio, guerras porque somos así. Los que no somos violentos, o eso creemos, no podemos asumir que matar sea un acto común. Al menos lo ha sido durante toda la historia de la humanidad, en tiempos pretéritos en mayor grado o más extendido o globalizado. En la actualidad existen remansos de paz que otros quieren violentar. Matar es una acto que se repite una y otra vez, unas veces de manera fortuita y otras provocada. Si ni siquiera aceptamos la muerte natural, parece imposible aceptar que matar forma parte del hombre, al menos de algunos. El problema reside en que los que desean matar y matan sean demasiados. Pero el verdadero dilema, bajo mi punto de vista, es si los que no matamos para satisfacer una inclinación perversa, podemos llegar matar con la misma facilidad y asumir como nuestra esa inclinación homicida. Es posible que en determinadas circunstancias la gran mayoría de las personas se vuelva violenta y desee la muerte del supuesto ”enemigo”. Antes de acabar con la vida de alguien hay que alimentar y crear ese oscuro deseo en nuestro interior. ¿Qué tiene que suceder para que una persona, o un grupo de personas, ambicionen masacrar a otras? ¿Qué se puede hacer para evitar que alguien tenga semejantes anhelos letales? Estas son las preguntas clave.

martes, 10 de noviembre de 2015

CON UN DÍA BASTA

Hoy es 10 de noviembre de 2015. El despertador ha sonado a la hora de siempre, las 7:30, pero resulta que ya estaba despierto. La causa: el pequeño que ha venido a la cama de los “papis” antes de tiempo, veinte minutos antes de que sonara el despertador. Hemos retozado con él, una criatura de dos años da para mucho retoce, un goce cándido y puro. En cuanto ha sonado el despertador nos hemos levantado todos. Comienza un nuevo día. Subo la persiana, el sol de un otoño suave ya empieza a despuntar, los primeros rayos mañaneros se cuelan por la ventana. El pequeño canta una canción que no entendemos, en su idioma, solo se entienden palabras sueltas. Mientras mi mujer se ducha y se arregla para ir a trabajar, yo me encargo del pequeño, le pongo Mikey Mouse y le preparo el desayuno. En ese intervalo se levanta el mayor (bueno, tampoco tan mayor, cinco años) somnoliento pero ya con una energía vital apoteósica. Me da un abrazo y mil besos. También le preparo el desayuno. Con estas llega el abuelo, él se hará cargo del pequeño, de llevarlo a la guardería (le gusta ir, se lo pasa bien con sus mini compañeros) y de recogerlo, qué haríamos sin ellos. En estas, mi mujer sale de la ducha y entro yo. Al poco salgo y me visto, en diez minutos tengo que llevar al mayor al colegio. Los niños terminan de desayunar, mi mujer se marcha, besos para todos y que vagi bé. Le espera un día arduo de trabajo, pero le gusta, trabaja en Sanidad, a pesar de los recortes va contenta a trabajar, es una verdadera profesional, diría que vocacional. Muchas veces me ha expresado su satisfacción al ver como un enfermo vuelve a la normalidad gracias a ella. Visto al mayor, besos al avi y al pequeño y salimos. Montamos en la bici, lo llevo a su colegio, no está lejos, pero a él le gusta montar en la “bici de papá”. Cada segundo de su vida es un divertimiento, tendríamos que aprender de esta actitud ante la vida. Llegamos, se queda contento, ya tiene su grupo de amiguitos. Subo a la bicicleta y me dirijo a mi trabajo. El frescor de la mañana es muy agradable, no hace frío, el sol vespertino ilumina el fantástico cielo azul mediterráneo. Paso delante de la frutería de los indios (de la India) y me paro a comprar naranjas, tienen buen aspecto y el precio está bien. Suelo comprar fruta aquí, la regentan dos chicos jóvenes que vinieron a España en busca de una oportunidad. Los dos son ingenieros químicos y ante la imposibilidad de encontrar trabajo de lo suyo han montado la frutería. No sé si les va bien o no, espero que sí, diría que son buena gente, amables, educados. Sigo mi camino al trabajo. Me encanta ir en bicicleta, el aire rozando mi cara, la percepción de ligereza, casi de volar. Llego a la Diagonal, semáforo en rojo. Pasan cientos de coches por segundo. Las aceras repletas de gente atareada, supongo que la mayoría va al trabajo. En el semáforo dos chicas jóvenes hablan sobre la serie Juego de tronos, dos hombre adultos y trajeados hablan de una tal Matilde, no sé quien es desde luego, pero debe ser una mujer que los trae de cabeza, la alaban voluptuosamente. Un grupo de jóvenes pasa haciendo footing en grupo. El semáforo se abre para los peatones, cientos de automóviles se detienen, paso raudo con mi bicicleta, miro a la izquierda y veo el pirulo a lo lejos, el cielo cada vez más luminoso. Me meto en un carril bici que me lleva hasta mi trabajo. En cinco minutos llego. Entro en la editorial y saludo a mi compañeros, comienza un día de faena. Ojeo rápidamente los periódicos por internet, solo se habla de política, el desencuentro y la irracionalidad pueblan los titulares. Me sumerjo en mi trabajo hasta la hora del café. Comentarios típicos y jocosos con la gente de la editorial, hay buen ambiente. Siempre existe la voz discordante, dos compañeros discuten acaloradamente sobre política y banderas. Valientes ignorantes, parece que no saben donde pisan, algunos no quieren ni mirar. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Llega la hora de comer y vuelvo a mi casa en bicicleta, son diez minutos. Preparo la ensalada, los canelones y la copa de vino, una manzana de postre. Mientras como pongo la televisión, más noticias disparatadas y envenenadas, lastima de políticos, parece que sobran en el mundo, cuanto patriota (uff, urticaria). Vuelvo al trabajo, otro paseito de diez minutos en bici. Sensación casi de felicidad, si es que alguien sabe lo que es eso. El sol, el aire cálido, la vida misma que me rodea. Llego al trabajo, tres horas y se acabó por hoy. Vuelta a casa, otro paseito feliz en bici. Antes de llegar a casa me cruzo con mi mujer y los niños, al verme se tiran encima de mí. Recibo abrazos y besos infantiles, después los de mi mujer. Vamos al super, al Consum, está cerca de casa. Compramos alimentos, bebida y productos de limpieza. Los niños piden un huevo Kinder como si fuera el summun. Deseo concedido. Hoy hemos comprado carne en la carnicería, una gallega rechoncha nos atiende, los productos que vende son buenos y el trato espectacular. A la salida hay un hombre mayor, delgado, pidiendo dinero, parece extranjero. Un euro para él, que menos. En las escaleras de casa nos encontramos a la vecina de arriba, una mujer con una sonrisa permanente, saludos, qué niños más guapos. Llegamos casa, hora de la ducha para los niños. Otra fiesta, el agua saltando en todas direcciones. Después unas carreras por el pasillo con los pequeños, qué energía. Ahora toca jugar con los Lego, es su juego preferido últimamente. Hora de la cena, se lo comen todo, los padres también. En la televisión Tom y Jerry, fantástico. Se va acercando la hora de dormir, hay que lavar los dientes, cuatro cepillos cepillando. Muchos besos y más besos para dar las buenas noches. La mamá con el pequeño, el papá con el grande que ahora le ha dado por los delfines, su clase llama así, “delfines”. Tenemos varios cuentos de delfines, los leemos y se duerme. Es un ángel, cuanta pureza y cuanta vida. Una vez dormidos los niños ponemos la televisión, mejor apagarla, las noticias de política invaden todos los canales y la verdad, parece una película plagada de personajes vanidosos y soberbios, más banderas. Ponemos diez minutos Crónicas carnívoras, un programa divertido y sin prejuicios, no parece gran cosa, pero tiene ese punto de hilaridad, desparpajo y gracejo tan ausente en nuestra sociedad, al menos en la llamada clase dirigente. Nos vamos a la cama, leo unas páginas de Foster Wallace (genial) y casi sin darme de cuenta me quedo dormido.

Con un día basta para darse cuenta de quién sobra, quién tiene que cambiar o quién emponzoña la vida de la gente corriente. La respuesta es los políticos.

martes, 3 de noviembre de 2015

LA RUBIA DE VÉRTIGO

Mucho antes que las “chicas Almodovar” por todos conocidas (Carmen Maura, Victoria Abril, Penélope Cruz, Bibi Ándersen, María Barranco, Loles León, Rosi de Palma, Verónica Forqué, Marisa Paredes, Cecilia Roth, etc.), surgieron las “rubias de Hitchcock”, entre las que encontramos a Kim Novak (Vértigo), Grace Kelly (La ventana indiscreta), Eva Marie Saint (Con la muerte en los talones), Jessica Tandy (Los pájaros) y Janet Leigh (Psicosis), por poner algunos de los ejemplos más significativos. Todas ellas tenían en común que eran rubias y guapas, en incluso, buenas actrices. Pero sobretodo destacaría las situaciones imposibles y descabelladas, cinematográficamente hablando, que interpretaron. A primera vista y sin analizar en profundidad las diferencias, creo que no es necesario, prefiero a las “rubias de Hitchcock”, sin menospreciar a las “chicas Almodovar”, faltaría más. Quizá también influya en mi inclinación “hicthcodiana” la propia película. ¿Quién no recuerda la atemporal y temible escena de la ducha en Psicosis?, o la impotencia de James Stewart en La ventana indiscreta al ver que va a suceder algo terrible sin poder impedirlo, o a Gary Grant huyendo de una avioneta asesina en medio de un campo yermo en Con la muerte en los talones, o los cientos de pajarracos negros atacando sangrientamente a Jessica Tandy y su indefensa familia en Los pájaros. Estas escenas son verdaderas obras maestras que se han grabadas en nuestra retina.

De todas las “rubias de Hitchcock”, yo me quedaría con “la rubia de Vértigo”. Posiblemente es la mejor película de Hitchcock, y eso, hay que agradecérselo a Kim Novak y su perfecta interpretación, o mejor dicho, doble interpretación. La actriz interpreta magistralmente a una rubia letal y fría como un témpano, llamada Madeleine, y también a Judy, una pelirroja provocadora y escultural. Kim Novak es capaz de unir a ambas en una misma mirada de hilaridad y pánico, de ambivalencia transitoria en la que coexisten varios sentimientos opuestos de manera cautivadora. James Stewart sucumbe sin remedio tanto a una como a otra hasta caer en un estado delirante de enajenación mental transitoria. Kim Novak supera con creces esa barrera, siempre tan difícil de rebasar, del desdoblamiento, de la cualidad y del encubrimiento, de la realidad y de la ficción.

Espero que después de leer este artículo, el lector se anime a pasar un buen rato con el mago del suspense, y yo añadiría, el maestro de los silencios.