martes, 28 de junio de 2016

LUCES DE BOHEMIA

Dicen que, tras las elecciones, los desencantados por los resultados han recordado al maestro del esperpento, Valle-Inclán, citando una de sus frases que aparece en Luces de bohemia: “En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza”. Valle-Inclán publicó esta obra en 1924, han pasado casi cien años y, por lo visto, todo sigue igual.

El protagonista de Luces de bohemia, Max Estrella —poeta frustrado que se ha quedado ciego y paradójicamente es el único que ve la realidad— vive en una sociedad insensible a su trabajo literario y no gana suficiente dinero para vivir. Una mañana sale de su casa con Don Latino —un asiduo acompañante de Max que se aprovecha de su generosidad, pero al final de la obra será el único que comprenderá que el mundo que les rodea es una farsa, un esperpento– para reclamar que le paguen más por la novela que ha vendido. No logran mejorar el precio y terminan en una taberna emborrachándose. Horas más tarde, la policía encuentra a Max con un grupo de jóvenes modernistas admiradores de su obra y es conducido a la cárcel, donde tiene que pasar la noche. Consigue salir de la cárcel gracias a la intervención de un redactor en jefe del periódico “El Popular”. Al salir va a ver al Ministro de Gobernación, antiguo compañero de estudios, con el fin de pedirle explicaciones de lo ocurrido. El ministro promete darle un trabajito, pero no le da ninguna aclaración. De ahí marcha a un café, donde invita a cenar a Don Latino y a Rubén Darío. Ya camino de su casa tiene una visión de la muerte y a la mañana siguiente lo encuentran muerto unas vecinas. El esperpento concluye con el entierro de Max y con Don Latino emborrachándose en una taberna.

La obra critica una sociedad, la española, en la que no hay lugar para el genio ni el trabajador. Solo puede prosperar el canalla y el infame. Valle-Inclán pone de manifiesto la decadencia de España y los españoles, que vistos desde fuera son un esperpento. Aparecen personajes de clase baja y clase alta, ministros, prostitutas, taberneros, escritores, policías, jóvenes revolucionarios, libreros, presos, periodistas y hasta sepultureros; todos ellos caricaturizados, deformados, con el fin de poner de manifiesto las injusticias, la falsedad, lo absurdo e ignorante de España, sus costumbres y sus personas.

Cuanta razón tenía Valle-Inclán. Y yo me pregunto, como también lo haría Max: ¿Qué tiene que hacer un partido político para que dejen de votarle? Esto es un esperpento.

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