martes, 29 de marzo de 2016

NOSOTROS

El mes pasado se cumplieron 30 años del asesinato del entonces primer ministro de Suecia, Olof Palme, en una calle de Estocolmo. La avanzada sociedad sueca es el resultado de un progresivo acuerdo entre producción y distribución de la riqueza aceptables para todos y la minimización de la conciencia de clase. Olof Palme fue unos de los actores principales para lograr esta sociedad. Una frase, que solía decir, resume a la perfección su filosofía: “No existen ellos y nosotros, sino solo nosotros”.

Era conocido por su compromiso con el Tercer Mundo, con los “condenados de la tierra”, por su lucha para avanzar hacia relaciones más justas entre países ricos y pobres, por la búsqueda incesante de soluciones pacíficas para conflictos, por oponerse abiertamente a la carrera armamentística. Denunció el apartheid en Sudáfrica, la invasión soviética de Hungría en 1956, la de Checoslovaquia en 1968, la de Afganistan en 1978… Tampoco se calló a la hora de criticar públicamente a la otra superpotencia en la época de la implacable guerra fría. Se manifestó contra la guerra junto al embajador de Vietnam del Norte (1972) y comparó los bombardeos estadounidenses con los de la legión Cóndor en Gernika (1937). También se opuso al embargo comercial a Cuba. En 1975 salió a las calles de Estocolmo, hucha en mano, para apoyar la democracia en España, con un cartelón colgado al cuello en el que se leía: “Por la libertad de los españoles”.

Otra de las principales labores de Palme a lo largo de su vida fue el estudio y perfeccionamiento de la socialdemocracia y las relaciones sociolaborales y económicas. Ya entonces denunció el liberalismo, tan agresivo y discriminador en una sociedad capitalista, y vio las dificultades de combatirlo en una economía globalizada. La lucha contra el desempleo fue una de sus prioridades: : “Si queremos evitar derrochar nuestros recursos económicos, aliviar las tensiones sociales y el sufrimiento personal que engendra, si deseamos reforzar la democracia, la lucha contra el paro es un valor crucial. No existe mayor división que entre quienes tienen trabajo y los que carecen de él”. De ahí su empeño en lograr una equitativa distribución económica en la que el bien común y la solidaridad no fueran desahuciados por el beneficio individual. 

Algunos definían a Olof Palme como un utópico, incluso él mismo lo hizo:  “No podemos vivir sin utopías. La utopía se origina a raíz de la insatisfacción con lo establecido. Ahora bien, debemos basarnos en la realidad. El cambio ha de estar precedido de un estudio serio de la misma. Un diálogo continuo entre realidad y sueños, una dialéctica permanente entre idea y hecho práctico da sentido y valor a la política. Pero si dejamos de ser soñadores, nuestra ética e ideología desaparecerán”. 

El asesinato de Olof Palme sucedió a las once de la noche mientras volvía caminando del cine a su casa, con su mujer Lisbet, en una céntrica calle de Estocolmo. Esa noche no llevaba guardaespaldas. Un hombre se acercó a ellos por detrás y disparó a quemarropa sobre el cuerpo del que era primer ministro sueco. Murió en pocos minutos. Hoy en día el misterio de su muerte continua sin resolverse. Se condenó como autor del asesinato a Christer Pettersson tras la declaración de Lisbet Palme, esposa del primer ministro, que lo identificó como autor de los disparos. Posteriormente, la condena fue anulada por falta de pruebas. Todos cuantos se sintieron agraviados por el político sueco, del Gobierno de Sudáfrica al de Estados Unidos, fueron mencionados en algún momento como inductores del magnicidio, pero nunca se pudo demostrar. Cuando el ex-agente de la CIA Gene Tatum declaró a una emisora de Los Ángeles que la agencia estuvo detrás del asesinato, el escándalo inicial se diluyó en un mar de sospechas por esclarecer. No deja de sorprender, acaso por burlesca, la opinión de Henry Kissinger, uno de los destinatarios habituales en los años 70 del discurso crítico de Palme: “Generalmente, me disgusta la gente con la que yo estoy de acuerdo y me gusta la gente que está en desacuerdo conmigo. Así que Palme me gusta mucho”. En realidad, le incomodaba en grado sumo porque Suecia fue una de las cajas de resonancia de las corrientes contrarias a la carrera armamentista y al equilibrio del terror, a mantener el statu quo en Oriente Próximo en perjuicio de los palestinos y a neutralizar el avance de la izquierda en América Latina mediante dictaduras militares sanguinarias, asuntos todos ellos que tenían en Kissinger a uno de sus instigadores.

¿Quién lo hizo? ¿Por qué? Son preguntas que se mantienen en el colectivo de todos los que defienden el desarrollo social equitativo y plural por el que tanto luchó Olof Palme.

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