martes, 15 de marzo de 2016

SANTA LUNA

No solo tenemos santos, me refiero a personas que una vez santificadas pasan a ser algo así como semi-ángeles, supongo; sino también días santos, incluso semanas enteras que son santas. Por lo visto estamos rodeados de santos, y hay tantos que han perdido ese valor unitario que tenían los famosos San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, los autores de los santos Evangelios. ¡Vaya! más santos, y esta vez son libros.

La Semana Santa tiene una fecha diferente cada año. Esto se calcula gracias a la luna. Sí, la luna. Pensándolo mejor creo que lo lógico sería llamarla “santa luna”, vamos, digo yo. De hecho, verla flotando toda ella en mitad del cielo estrellado me parece mucho más místico que el Martes Santo, por poner un ejemplo. Lo primero que hay que saber es cuándo comienza la primavera, por lo general el 21 de marzo. Llegada esta fecha, lo siguiente que hay que conocer es cuándo será la primera luna llena. Aquí conviene mirar un calendario lunar, los astrónomos lo pueden calcular para el año que convenga. En el año 2016, la primera luna llena una vez entrada la primavera, será el miércoles 23 de marzo. Esa noche tendremos “santa luna”. Una vez localizado este día, ya se puede organizar el sarao. El siguiente domingo, después de esa “santa luna” será Domingo de Resurrección —ni más, ni menos; no se andan por las ramas los del clero—, o también llamado Domingo de Pascua. Por lo tanto, el anterior domingo será el Domingo de Ramos, y de un domingo a otro, la Semana Santa. En algunas regiones también se ha añadido el Lunes de Pascua como día festivo. Es el siguiente lunes al Domingo de Resurrección. Esa semana, todos los días son santos, el sábado también es conocido como Sábado de Gloria, y los domingos son el clímax de la Semana Santa.

Humildemente dejo en estas lineas mi pequeña propuesta. Puestos a santificar días y personas como rosquillas, no estaría de más santificar esa luna llena tan importante para establecer la festividad de la Semana Santa. Además, al ser unitaria no tendría competencia, asunto ciertamente positivo para endiosar un concepto. Ya me imagino a diaconados, presbíteros, obispos, arzobispos, patriarcas, cardenales y hasta al mismísimo papa, observando esa luna flotante y resplandeciente la noche del próximo 23 de marzo, y pensando que quizá sería un acierto santificar ese maravilloso astro que tantos lechos de amor ha iluminado con su tenue luz. Lo meditarán y se armaran de santa paciencia (¡otra santa!) hasta que finalmente se pronuncien y alguna voz declare: "Habemus luna".

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