martes, 3 de noviembre de 2015

LA RUBIA DE VÉRTIGO

Mucho antes que las “chicas Almodovar” por todos conocidas (Carmen Maura, Victoria Abril, Penélope Cruz, Bibi Ándersen, María Barranco, Loles León, Rosi de Palma, Verónica Forqué, Marisa Paredes, Cecilia Roth, etc.), surgieron las “rubias de Hitchcock”, entre las que encontramos a Kim Novak (Vértigo), Grace Kelly (La ventana indiscreta), Eva Marie Saint (Con la muerte en los talones), Jessica Tandy (Los pájaros) y Janet Leigh (Psicosis), por poner algunos de los ejemplos más significativos. Todas ellas tenían en común que eran rubias y guapas, en incluso, buenas actrices. Pero sobretodo destacaría las situaciones imposibles y descabelladas, cinematográficamente hablando, que interpretaron. A primera vista y sin analizar en profundidad las diferencias, creo que no es necesario, prefiero a las “rubias de Hitchcock”, sin menospreciar a las “chicas Almodovar”, faltaría más. Quizá también influya en mi inclinación “hicthcodiana” la propia película. ¿Quién no recuerda la atemporal y temible escena de la ducha en Psicosis?, o la impotencia de James Stewart en La ventana indiscreta al ver que va a suceder algo terrible sin poder impedirlo, o a Gary Grant huyendo de una avioneta asesina en medio de un campo yermo en Con la muerte en los talones, o los cientos de pajarracos negros atacando sangrientamente a Jessica Tandy y su indefensa familia en Los pájaros. Estas escenas son verdaderas obras maestras que se han grabadas en nuestra retina.

De todas las “rubias de Hitchcock”, yo me quedaría con “la rubia de Vértigo”. Posiblemente es la mejor película de Hitchcock, y eso, hay que agradecérselo a Kim Novak y su perfecta interpretación, o mejor dicho, doble interpretación. La actriz interpreta magistralmente a una rubia letal y fría como un témpano, llamada Madeleine, y también a Judy, una pelirroja provocadora y escultural. Kim Novak es capaz de unir a ambas en una misma mirada de hilaridad y pánico, de ambivalencia transitoria en la que coexisten varios sentimientos opuestos de manera cautivadora. James Stewart sucumbe sin remedio tanto a una como a otra hasta caer en un estado delirante de enajenación mental transitoria. Kim Novak supera con creces esa barrera, siempre tan difícil de rebasar, del desdoblamiento, de la cualidad y del encubrimiento, de la realidad y de la ficción.

Espero que después de leer este artículo, el lector se anime a pasar un buen rato con el mago del suspense, y yo añadiría, el maestro de los silencios.


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