martes, 29 de abril de 2014

GENETICAMENTE HABLANDO


Los científicos aseguran que compartimos un 98% de nuestros genes con los monos. Solo nos diferencia un mísero 2% para ser orangutanes al más puro estilo King Kong (pero sin chica rubia despampanante), genéticamente hablando. Recurriendo a estos datos científicos se podrían aclarar y entender ciertos asuntos peliagudos si los comparamos con el comportamiento habitual de nuestros parientes homínidos. Me refiero por ejemplo, a las típicas luchas de poder que se dan en todos los estamentos y sectores sociales. Cual gorila en su territorio, el ser humano, se piensa que (genéticamente hablando) tiene derecho a mandar y ordenar en un determinado lugar del que se cree una especie de reyezuelo, regente o gobernante, dígase como uno quiera. Evidentemente, este régulo tendrá opositores que pensarán justamente lo contrario, que el que manda y ordena es él y no el otro, y así sucesivamente podrían surgir un sin fin de opositores (gorilas, simios, monos, chimpancés…) que se creerán los salvadores y por extensión los soberanos, y además pensarán que tienen todo el derecho del mundo a ejercer ese dominio, ¿y por qué?; pues muy fácil, porque los genes se lo han dictado. Ese 2% diferencial no es suficiente para determinar, hacer entender y después asimilar que todos somos iguales y que no tenemos porque aguantar ni asumir ese rol de primate Neandertal. Su 98% restante (genéticamente hablando), el que es idéntico a un mono, invade su lóbulo frontal, le ciega y le dicta que él es uno de esos elegidos a los que tiene que seguir el resto de la manada. Se empeña en ser escuchado y grita, grita mucho, como un gran gorila (solo le falta darse puñetazos en el pecho, al tiempo, habrá alguno o alguna que no pueda resistir el empaque y sus genes le acaben jugando esa mala pasada), se hace ver y escuchar en sus medios de comunicación, periódicos, televisiones y radios (el gorila se sitúa en un lugar prominente para llamar la atención del resto de la manada mientras gesticula y hace ruidos) para proclamar su autoridad con total vehemencia genética. 

Quizás pasados tres o cuatro mil millones de años esa diferencia pase de un 2 a un 4%. Con absoluta seguridad ninguno de los presentes lo veremos, por lo tanto, solo nos queda hacer cábalas. Quiero creer que ese 4% diferencial será suficiente para que podamos entendernos racionalmente, que sabremos compartir y asumir la necesidades globales y no solo las individuales, que aprenderemos a respetar nuestro entorno como parte inherente de nosotros, que asumiremos que la guerra no tendrá sentido bajo ningún concepto, y que la vida y el sincero respeto al otro será la base que cimiente las relaciones humanas. 

Mi 2% diferencial con el mono me acota en muchos aspectos, puede ser que me quede corto en mis vaticinios y cuando se alcance ese 4% seremos muchos más sociables, cordiales e inteligentes de lo que me imagino, o tal vez sea todo lo contrario, cuanto más nos diferenciemos con el mono peor irán las cosas, imposible saberlo, la genética manda. 

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