jueves, 10 de octubre de 2013

EL FACTOR ELEFANTE


Para nuestro mejor querer y entendimiento quiero dejar claro que detesto a todos esos políticos, científicos, artistas, directivos o cualquiera que se cree sobresaliente y afirman que saben con irrefrenable exactitud dónde van, dicho de otra forma, que se dedican al factor elefante, termino acuñado por Manny Farber en lo años sesenta.

Para Farber, el factor elefante residía en esa manera que tienen algunos directores de cine en tratar cada segundo de su película como si fuera un espacio potencial para conseguir elogios y premios, ese esforzarse en ser grande, tratar temas importantes y ser homenajeado.

Contrariamente Farber también acuñó el termino factor termita que es exactamente lo contrario de factor elefante. Venía a decirnos que en su ciudad las salas de cine que exhibían películas termita, salas que denominada underground, proporcionaban una experiencia satisfactoria a los espectadores, que salía de ellas extrañamente muy animados, les animaba quizá lo termita.

Estos términos son transportables a nuestra sociedad cargada de personalidades engreídas que se creen fundamentales, algunos con actitud intachable y adquiriendo respetabilidad a base de ser ejemplarmente éticos, ese rasgo moral que consideran imprescindible para todo, pero que en secreto ven también imprescindible para su farisea carrera: esas plomizas personalidades, sin humor y cargados de valores morales que les hacen despreciar distintas opciones a las suyas (hay tantos en España), incapaces de dudar; siempre con sus argumentos rígidos mirando por encima del hombro a los termitas. Sin duda, esa diferencia entre lo serio e importante (lo serio moralmente hablando) y lo termita sigue vivo hoy en día. Solo es preciso mirar a nuestro alrededor. Nos rodean por todas partes arrogantes elefantes blancos que parecen querer clavarnos en la cruz y azotarnos con los látigos de su rectitud y su compromiso, falsos como una moneda de plástico. Pero nada está perdido. Se sabe que todavía a los termitas prefieren los lugares misteriosos y les gusta perderse en un suburbio y desde allí pensar libremente para así poder mirar la vida de otra forma. ¡Ah, el mundo de las diminutas termitas que pacientemente corroen el trono sobre la que se sienta el gran elefante blanco!

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