martes, 27 de septiembre de 2016

EL HÉROE CONGELADO

Recientemente se ha publicado la noticia de la muerte del jugador de béisbol José Fernández a los 24 años, el lanzador estrella de origen cubano de los Miami Marlins. Al parecer una barca en la que viajaba chocó contra unas rocas cerca del puerto de Miami y su cuerpo, junto con el de otras dos personas, fue encontrado a altas horas de la madrugada por la Guardia Costera. El trágico suceso ha conmocionado a todo el estamento del béisbol.

Al leer la noticia recordé a Ted Williams, el mejor bateador de la historia del béisbol, según se dice. Ted murió en 2002 a los 83 años de edad. La misma noche de su muerte, uno de sus hijos, John Henry Williams, ordenó congelar su cuerpo en un centro criogénico con el propósito de vender su ADN. No hay nada como ser americano para tener una visión de negocio insólita. Me pregunto por qué no han congelado también a José Fernández, y así, poco a poco, se podrá formar todo un equipo completo. Luego solo habría que sustraer el ADN, dependiendo de la necesidad de cada equipo, y al cabo de unos años tendríamos otra estrella del béisbol. Geniales estos yankis.

Pero la historia de Ted es un poco más larga y macabra. La de José Fernández está por ver. Otra hija de Ted, Bobby-Jo, desaprobó categóricamente la congelación del cuerpo de su padre y mostró su deseo de incinerarlo. Para evitar enfrentamientos y sin contar con nadie, John Henry “robó” el cuerpo de su padre y lo envió por avión a un centro criogénico de Arizona, la Fundación Alcor para Prolongar la Vida. La Fundación Alcor lleva desde 1972 congelando cadáveres para eventualmente resucitarlos cuando la ciencia lo permita. No ha querido confirmar si Williams es su nuevo inquilino, pero tampoco lo ha negado. El proceso consiste en sumergir el cuerpo boca abajo en nitrógeno líquido y esperar al futuro. Así es como permanece el cuerpo Ted Williams, a pesar de los intentos de incinerarlo de su hija Bobby-Jo.

¿Y quién no ha pensado en Walt Disney, el inventor de Mikey Mosue, con todo este lío? El mito de Walt Disney y su cuerpo congelado a la espera de que la ciencia evolucione para que lo “despierte”. Su familia afirma que no está crionizado como cuentan la leyendas urbanas. A los dos días de morir, por un cáncer de pulmón que ocultó hasta el final, fue incinerado y sus cenizas descansan en el panteón de la familia Disney. Pero, ¿no será una maniobra de distracción de la propia familia? 

¿Alguien se imagina a Di Stéfano congelado?, ¿y a Pelé?, y ya puestos, ¿por qué no a Rafa Nadal o a Pau Gasol cuando llegue su hora?, ellos serían los reyes del deporte en nuestras latitudes. En otras podría ser Sergey Bubka, Alberto Tomba o Schumacher. 

Como todas las veleidades de este mundo, el asunto empieza siendo minoritario y termina extendiéndose a toda la sociedad. Es cuestión de tiempo. Los cementerios se transformarán en neveras tamaño edificio. El gasto energético se multiplicará por mil. Una solución natural para ahorrar en semejante dispendio sería trasladar a todos lo difuntos a los polos. Me refiero al Polo Norte y al Polo Sur. Habría que acondicionar un poco el terreno, tendríamos mausoleos kilométricos y de una belleza incomparable. Esto generaría un nuevo negocio que incluso podría hacer sombra a la propia construcción.

El día de Todos los Santos sería maravilloso. Se organizarían excursiones con vuelos chárter al Polo Norte y al Polo Sur. A mí me tira más el Polo Sur, no sé por qué, quizá piense tontamente que hará más calor. Se colonizarían los polos. Nuevos aeropuertos y nueva ciudades. En fin, un nuevo mundo se abre ante nuestro ojos. Nuestro propio miedo a morir es proporcional al amor que tenemos a nuestro ego.

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