martes, 13 de septiembre de 2016

REALIDAD FICTICIA

Cuando nos topamos con una situación contradictoria es fácil quedarte inerte, igual que una piedra, al no saber como reaccionar. Es más común de lo que parece. Entramos en un estado inmóvil, y si no te mueves… Observamos sin ver y escuchamos sin oír. El raciocinio se diluye. Pero aún podemos oler, nuestro sentido más ancestral es el único que puede salvarnos. Supongo que de ahí viene el aforismo “esto me huele mal”, cuando la circunstancia no termina de acomodarse a los preceptos sociales.

Hay tantas cosas que huelen mal últimamente que parece que vivimos en un estercolero. Los niveles de falacia han llegado a tal extremo que uno ya no puede escuchar ni ver, porque no sabe si lo que ve y escucha es una mentira o no lo es. Y no hablo solo de los personajes que ilustran a diario los medios de comunicación, todos ellos, del primero al último parecen vivir dentro de un show permanente. Me pregunto si cuando llegan a casa continúan la actuación. Seguramente sí, para la mayoría de ellos su mentira se ha apoderado de su ser, los ha vaciado y llenado de una realidad ficticia. Esa es su contradicción y es la que constantemente transmiten. 

El resto de los habitantes de este planeta, los que nunca salen en los medios de comunicación, me da que también se están contagiando de esa forma de vivir tan contradictoria con uno mismo. Parece que lo normal es ser contradictorio, como el entorno que te rodea. Decir una cosa y hacer otra. Mostrar una cara y pensar lo contrario. Hasta el punto de sentir una cosa, pero en el fondo deseas lo contrario. ¿Formará parte de la evolución de la especie? Se dice que lo más inteligente es adaptarse al medio. Para volverse loco. 

La honestidad ha desaparecido. Lo ético y lo justo también. Quizá nunca ha existido, pero me resisto a que así sea. No quiero caer devorado por ese mundo contradictorio. Es común escuchar como alguien desea lo mejor al prójimo, pero piensa lo contrario. Lo vemos y lo escuchamos, pero flota en el aire una comunicación no verbal que lo evidencia. O peor aún, directamente te atropellan de forma arrogante. Y esta es una constate diaria que nos envuelve. En cualquier rincón de nuestro hábitat lo evidenciamos. La sociedad es una especie de ente irreal y todos los que la forman actúan como espejos. Quizá un sastre no sea tan diferente de un político, o un periodista de un agricultor, o un profesor de un carnicero. De hecho cada día veo más similitudes, nadie es capaz de ver esa contradicción y si la ven se quedan petrificados, sin mover un solo dedo. Esta sociedad inmovilista y falaz huele fatal. 

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