martes, 1 de diciembre de 2015

EL BAILE CARNAVALESCO

Hay edades que nos desenmascaran ante otros. También hay personas que son más transparentes que otras en este sentido. Durante la infancia es difícil engañar, al menos engañar a un adulto ya enmascarado. La infancia es una edad pura y libre, aparentar lo que no sientes o lo que no eres esta fuera de las posibilidades de un infante. Ellos lo entregan todo a cada momento y en cada acción, y si no les place o se sienten cansados, se niegan rotundamente. La sinceridad y honestidad prevalecen. No existe la mentira ni la maldad ni la vanidad. Son seres casi perfectos, podríamos decir, y aun sabiéndolo, todos cambiamos. Curioso desarrollo el del ser humano. 

Hay dos etapas que nos muestran sin tapujos como somos: una es la infancia y la otra es la vejez. Los primeros años de nuestra vida y los últimos tienen en común tantas cosas que parece que hablamos de lo mismo, salvando la distancia, que es mucha, la máxima posible.

Vivimos la mayor parte de nuestra vida detrás de máscaras. Los años de mayor capacidad física e intelectual de nuestras vidas los pasamos intentando mostrar al mundo los que no somos. Siempre hay honradas excepciones, pero diría que solo en ciertos momentos. Puede que haya una época de “aprendizaje” durante la adolescencia en la que nos formamos para enfrentarnos al resto de la humanidad. Durante esa época vamos moldeando nuestra máscara, unos lo hacen con ayuda de los grandes enmascarados, la clase dirigente, que delante de sus maravedís embolsados deshonestamente casi siempre, cuando no fraudulentamente, crean una suntuosa máscara que esconde la soberbia y la avaricia que rige sus vidas. Serán los sucesores de los grandes enmascarados. Otros se forman entre dos aguas, tienen en determinados momentos el beneplácito de los grandes enmascarados e incluso ansían poseer una máscara similar, pero la mayor parte del tiempo su máscara se va moldeando sin la ayuda de esos peces gordos. Serán los más abundantes de la sociedad y durante su vida, su máscara fluctuará entre los grandes enmascarados, las máscaras estándar e incluso las máscaras más frágiles. Y por último, otros no tendrán esa supuesta suerte de codearse en algún momento con los grandes enmascarados y terminarán creando una pequeña máscara liviana, pero aun así máscara. Ellos serán la parte de la sociedad más desfavorecida. Entre la gran mayoría los habrá que intenten pasar al siguiente escalafón robusteciendo su máscara. Este será un mal endémico, casi todos desearán una máscara ciclópea, una máscara de las buenas. Si no en un principio, durante su vida habrá momentos que la ansiarán, algunos la conseguirán, otros se frustrarán por no haberlo logrado y otros comerán de ambos platos en determinados momentos a los largo de su vida enmascarada.

Como si fuera un baile carnavalesco la vida irá pasando entre penas y alegrías. Las máscaras desfilarán ante nuestros ojos y esos ojos ajenos verán nuestra propia máscara. Una vida falsa y pesarosa, presuntuosa y mezquina rodeará a los enmascarados hasta que por fin, en los últimos días te desprenderás de esa máscara voluntariamente, un hecho trascendental después de tanto tiempo ocupando tu verdadero yo. Esa máscara que se apoderó de tu ser cuando dejaste la infancia terminará pesando más que nunca. Será cuando te desprendas de ella, no la soportarás más, y entonces, verás con pesar que has vivido enmascarado durante tantos años que son toda una vida, tu vida.

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