martes, 21 de julio de 2015

NO TE LO CREES NI TÚ

Ayer mismo de buena mañana, en la cafetería de siempre, tuvimos una digresión interesante mi amigo Fernandito y yo. Entre divagación e incertidumbre su cortado se enfrió casi tanto como mi café con hielo, al final acabó pidiendo hielos para su cortado. Antes de dar los buenos días ya venía cruzado, el gesto de la cara congestionado, las manos en la espalda. 
— Pues, ¿sabes qué?
Es su manera habitual de decir algo que no viene a cuento y que tiene ganas de sacar en la conversación. No le contesto, no hace falta, es imposible “saber qué”, se sobreentiende.
— Ayer mi mujer me descorazonó.
Eso me preocupó, son ya muchos años. Le pregunté qué había sucedido.
— Nada, nada, solo que no se si mi vida, su vida, nuestra vida es verdad.
Me quedé perplejo. No entendí bien lo que quería decir. Se lo hice saber.
— No me refiero a la relación de pareja, me refiero a la vida en general. Me dijo que ella tenía una tendencia natural a idealizarlo todo, casi por sistema, y que esa inclinación, hacía que viviera en una vida falsa. Falsa pero mejor que la real, incluso para ella la falsa era la real y la real estaba detrás, como flotando. 
Quizá si concretas un poco puedo darte mi opinión, le dije.
— Mi mujer me puso el ejemplo de sus amigas de Aquagym—dijo Fernandito—, a ellas siempre les cuenta que sus hijos van fenomenal en los estudios, que se encuentra físicamente perfecta a pesar de la edad, que su marido (Fernandito) es un hombre bueno. En fin, todo ideal. En su trabajo, tres cuartos de lo mismo, con sus compañeros la relación ha terminado siendo tediosa y el salario mediocre (como no podía ser de otra manera), pero ella no lo manifiesta, al contrario, enaltece su trabajo. Bueno, tiene una amiga de verdad en el trabajo con la que sí habla de la realidad, tal vez su amiga sea como esa vía de escape que hay en las ollas expres. De sus hijos, los míos, a todo el mundo le cuenta que son maravillosos cuando tienen los mismos defectos y virtudes que todo hijo de vecino. Y yo me pregunto, ¿qué me contará a mí que sea mentira?, ¿o qué cara falsa me pone cuando en realidad piensa lo contrario? Seguro que cuando paso el aspirador y me dice que todo ha quedado muy limpio, esta pensando que la próxima vez lo pasará ella porque soy incapaz de hacerlo bien. O cuando preparo una ensalada o una tortilla para cenar y me comenta que ha quedado muy buena, es porque en realidad piensa que es lo único que sé hacer en la cocina y no muy bien. En fin, no se. Me dio por darle vueltas a asunto y pensé que esto puede extenderse a todos los aspectos de la vida y a todos los mortales.
Las palabras de Fernandito me hicieron pensar.
— ¿Y si esa misma falsa realidad se tradujera a todas nuestras vidas? —continuó— Es más, ¿y si todo este puto mundo funciona así? Los políticos son expertos en ese engaño, dicen e idealizan y venden un mundo mejor. Si llegan al poder conseguirán lo que nadie puede y todos viviremos mucho mejor ¿Acaso necesitamos engañarnos para tirar adelante?, o mejor aun, ¿somos susceptibles de dejarnos engañar aun sabiendo que es una mentira o una utopía?

Me dejó jodido Fernandito. Bebí mi café con hielo despacio, no me estuvo tan bueno como otros días. El tiempo apremiaba, llegaba tarde al trabajo. Le dije a mi amigo que mañana seguiríamos la interesante conversación. Salí del viejo y ruinoso bar y cogí mi bicicleta destartalada. El camino hasta mi tedioso trabajo se hizo insufrible, el calor insoportable, la contaminación de tres meses sin lluvias. Al llegar, fue como entrar en una cueva llena de ogros, ojos escurridizos, gestos despectivos, la eterna discusión del aire acondicionado, trabajos repetidos tres veces por la ineptitud de alguien. El día fue horrible. Al salir por la tarde, el calor seguía atizando fuerte y el aire irrespirable, ahogaba. Cogí mi bici, me lancé cuesta abajo, cerré los ojos y sentí como el viento acarició mi rostro. Que sensación más agradable. De golpe entré de nuevo en ese mundo falso, o real. El día había ido bien, como siempre, el veranito me abrazó con su calidez, me esperaban mis cándidos hijos. Tenía unas ganas locas de verlos, quizá nos diéramos un baño en la playa, los días son largos, hay tiempo. Le enviaré un mensaje a mi mujer, que prepare la bolsa de playa. Pasaré por la panadería y compraré pan para hacer unos bocadillos, podemos cenar en la orilla del mar…

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