martes, 19 de mayo de 2015

SI YO TE CONTARA

"La noche ha sido larga, demasiado, si yo te contara todo lo que ha sucedido…", así empezó hablando mi amigo Antonio. Me miró despacio y con atención, como hace siempre, su mirada es clara, una mirada que busca complicidad a la vez que intenta escudriñar.

"Hay que joderse, la de vueltas que he dado. A eso de la una de la madrugada ha venido a saludarme Mariano Rajoy, el trajeado y yo en camiseta y calzoncillos, imagínate. Me levanté y como no podía ser de otra manera le di la mano educadamente, su apretón de manos fue blando y lánguido. Le dije que no tenía mucho que hablar con él, más bien poco, para el que gobierna todo son quejas y yo no iba a ser menos, simplemente le dije que tuviera más consideración por el ser humano y que fuera fiel a su religión si es que la tiene, porque de lo que dice su credo a lo que hace usted va un abismo. Ah, también le dije que no se olvidaran del séptimo mandamiento: no robarás. Le costó hablar, pero finalmente dijo que el señor era todopoderoso y él no, pero que haría todo lo que estuviera en sus manos. Después se dio la vuelta y sin decir adiós se marchó. Su respuesta me pareció un cuento, además creo que no llevaba gafas o tal vez sí, las suyas son tan volátiles que en la débil claridad nocturna apenas se aprecian. Quizá no fuera él, tal vez fuera Aznar con barba postiza, ya decía yo que me parecía algo bajito. Bueno para el caso que más da."

Antonio se quedó pensativo un instante, pidió un cortado al camarero y continuó.

"Te puedes imaginar el rato que pasé. Un calvario, que diría el visitante de la una. Me levanté dos veces a mear, y cuando volvía del lavabo la segunda vez a eso de las dos de la madrugada, ¿sabes quién estaba en mi habitación? Pues no, no lo se. El mismísimo Pedro Sánchez. A primera vista pensé que era el Kortajarena, pero no, era Pedro, el del partido socialista, la nueva y flamante cara de los socialistas. Con Pedro la conversación fue más larga. También le comenté que por encima de todo tenía que respetar la condición humana. Me dio la sensación que al final escuche las mismas respuestas de siempre, incluso algo más veladas, sin mojarse. Se despidió con una fantástica sonrisa, exultante, como si debajo de la camisa llevara puesto el traje de superman. Mientras se alejaba, visto de espaldas, me pareció que llevaba unos calzoncillos rojos encima del pantalón. Quizá esto sea una deformación del sueño, o quizá no, quién sabe".

"Dos posibles gobernantes habían venido a verme y yo en calzoncillos. Pensé en vestirme, tampoco nada espectacular, ropa de calle simplemente, por si le daba por aparecer a otro. A la una el primero, a las dos el segundo y como eran las tres…, antes de darme cuenta apareció "el coleta" con su barba a medias y su camisa remangada también a medias. Se sentó en el borde de la cama, el tipo muy dialogante y buscando la cercanía. Expresó su ganas de regenerar la vida política. También le dije que lo primero eran las personas y lo entendió, ese era su caballo de batalla. Dejó un aire fresco y novedoso en mi habitación, una sensación que no suele gustar en el país donde vivo. Un país, todo él, conservador y poco dado a los cambios. Un país donde los trozos del pastel ya está repartidos y no les gusta que venga alguien nuevo a "robarles" lo que ha sido suyo durante cuarenta años. Un país que no está preparado para tener un presidente como Pablo Iglesias, o quizá sí. Hace dos días nadie hubiera dicho que el presidente de Estados Unidos sería un negro, y ahí está".

"Volví al lavabo, esta vez lo hice por costumbre más que por ganas. Pensé en la nueva izquierda y sus ganas por sacar la cabeza: le estaban dando palos hasta en el carnet de identidad, no tenían amigos influyentes y a los dos de siempre, por supuesto, no les interesaba una nueva fuerza política, ya les iba bien esa alternancia en el poder por los siglos de los siglos. Amén (que diría el primer visitante). Pensando en estas cosas apareció el nuevo mozalbete de derechas. Vestido de sport pero elegante, imposible disimular ese toque acomodado, supongo que es lo que gusta entre los suyos. Me saludó efusivamente y de inmediato soltó su rollo. Al terminar, muy satisfecho él, agradeció que le dedicara mi tiempo y se marchó, también con aire fresco. A este no pude decirle eso de la prioridad del ser humano sobre los intereses materiales, no me dio opción, tal vez no quería ni escucharla. Parecía tenerlo todo muy claro y estudiado, lo mejor era su discurso, sobretodo para él, pensé yo". 

"Eran las cuatro y media cuando decidí acostarme, ya había tenido demasiado para una noche. No hubiera aguantado a los nacionalistas egocéntricos de turno pregonando a los cuatro vientos sus ganas locas de proclamarse rey de su nuevo y glorioso reino (con lacayos ocluidos, claro, si no vaya mierda de reino). Ya tenía bastante con los que me habían visitado. Antes de caer en los brazos de Morfeo me vino un flash: por el bien de la salubridad social e institucional y teniendo en cuenta cómo es y lo que ha sucedido en nuestro país, tal vez no sea mala idea dejar paso a los nuevos, a los de un lado y a los del otro".

Antonio se bebió de golpe su cortado ya frío, me dio una palmada en la espalda y con una sonrisa comenzó a relacionar su fantástica noche con algunos pasajes de Ionesco. No le faltó razón en las absurdas comparaciones.

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