martes, 12 de mayo de 2015

LA BALA FRÍA

La truculenta historia de la muerte de Wilfrid Ewart dio mucho que hablar en su momento. Escritor ingles, conocido gracias al éxito de su novela Way of Revelation ( El camino de la revelación), narra varias contiendas de la Primera Guerra Mundial en las que él participó activamente en diferentes frentes llegando al grado de capitán de las Scots Guards. La más famosa fue la tregua no pactada por los altos mandos en sus despachos y que tanto les desagradó, que tuvo lugar en los lodazales de Flandes entre alemanes y británicos en día de Navidad de 1914. Estando ambos bandos atrincherados, un alemán se presentó con los brazos levantados en supuesta señal de paz. A continuación lo hizo un británico y así se fueron sumando todos, o casi todos los hombres de los dos batallones. Así lo cuenta Wilfrid Ewart, que permaneció en su posición observando la indisciplinada pero humana acción pacífica. Ambos bandos confraternizaron durante al menos quince minutos en los que se intercambiaron, tabaco, whisky y pollo confitado por parte de los británicos, y cigarros, aguardiente y salchichas por parte de los alemanes. Durante esta tregua una bala fría salió de las trincheras alemanas y abatió a un británico, todos se percataron pero nada cambió. "Debió ser un descuido, qué más da", dijeron. Pasados esos minutos de insurrección todos volvieron a su desdichado deber. Wilfrid Ewart vio, con su único ojo sano, el derecho (su ojo izquierdo nunca estuvo conectado a su cerebro aunque en apariencia era perfecto), como muchos hombres murieron durante la Primera Guerra Mundial, amigos y enemigos. Pero él no, él sobrevivió a pesar de los cientos de balas que pasaron silbando a su lado.

Tras acabar la guerra Ewart publicó Way of Revelation alcanzando cierto éxito y prestigio. Decidió dedicarse a escribir, pero padeció una serie de problemas físicos que le impidieron escribir por falta de coordinación en sus manos y en el habla. Viajó a Estados Unidos para superar su enfermedad por recomendación de un amigo inglés también escritor, Stephen Graham, que se había trasladado anteriormente por asuntos profesionales. Pasado un tiempo ambos escritores y la mujer de Graham se trasladaron a México. Estando alojado en el Hotel Isabel de Ciudad de México y habiéndose cambiado de habitación tres veces, la noche de año viejo de 1922, Wilfrid Ewart se asomó al balcón y recibió una bala fría en su ojo izquierdo, el ciego. Murió instantáneamente, la bala fría se quedo alojada en su cabeza. ¿Acaso hubiera esquivado la bala fría si el destino final hubiese sido el ojo derecho, el ojo bueno?, seguramente no, las balas no se esquinan, solo se oyen pasar como un silbido. Wilfrid Ewart las escucharía en los lodazales de Flandes. El azar quiso que sobreviviera cuando millones como él murieron y en cambio, cuando menos se lo esperó una bala fría le alcanzó.

Su muerte salió publicada en el periódico Excélsior el 3 de enero de 1923, tres días después de su muerte. Textualmente se publicó: 
“Del interior del cuarto número 53 del Hotel Isabel, fue recogido ayer por el personal de la cuarta demarcación de Policía, el cadáver del señor Wilfred Herbert Gore Ewart, de nacionalidad inglesa y el cual presentaba una herida causada por proyectil de arma de fuego con orificio de entrada en el ojo izquierdo, quedando la bala alojada en el cráneo. El señor Gore Ewart había llegado la noche anterior a esta capital, procedente de los Estados Unidos y en viaje de negocios". 
"Por las investigaciones de la policía se presume que el señor Ewart murió a consecuencia de una bala perdida, de las muchas que se disparan la noche de fin de año por uno de tantos trogloditas que no conciben el entusiasmo sin disparar armas de fuego. El cadáver del súbdito inglés fue encontrado en el balcón del cuarto número 53, situado en el cuarto piso del Hotel Isabel, en la avenida República del Salvador, y pudo ser identificado gracias al pasaporte que tenía en uno de los bolsillos de la americana". 
"Quien primero tuvo conocimiento del suceso fue la señora Angelina Trejo de Estrevelt, quien presta sus servicios en calidad de camarera en el Hotel Isabel. La señora de Estrevelt, como de costumbre, se dirigió ayer en la mañana, ya cerca del mediodía, a las habitaciones superiores con el fin de hacer el aseo de las mismas. Al llegar al cuarto número 53, miró por la cerradura y le extrañó ver que la luz artificial estaba encendida. Llamó a la puerta varias veces y no obtuvo contestación alguna. Temerosa de que algo hubiera ocurrido al pasajero penetró a la habitación, encontrando las ropas de la cama en perfecto orden. Poco después y dirigiendo la vista al balcón con vista a la calle, que se encontraba abierto, vio el cadáver del señor Ewart, en medio de un charco de sangre ya coagulada. Inmediatamente dio aviso del fúnebre hallazgo al mozo encargado del elevador, para que éste, a su vez, avisara al administrador del hotel, el señor Manuel Olvera. Este subió precipitadamente al cuarto piso y habiéndose llegado a la habitación 53 encontró efectivamente el cuerpo inanimado del señor Ewart".
"Inmediatamente dio aviso a la policía, presentándose el personal de la cuarta demarcación momentos después, procediendo a levantar el cadáver. Este estaba en decúbito dorsal y con huellas de un muerto no reciente. Examinando el cuerpo, se vio que tenía una herida por arma de fuego en el ojo izquierdo sin orificio de salida. Se ordenó que el cadáver fuera llevado al hospital Juárez para la autopsia de ley".
"El comisario de policía, señor Mellado, hizo el registro de las ropas del occiso, encontrando documentos y papeles, dinero en efectivo, un cheque en blanco. Además encontró un recibo del Banco de Montreal en donde el señor Ewart había depositado el día de su llegada una buena suma de dinero. De todo esto se formó un inventario, ordenando el señor Mellado que el cuarto de hotel fuera sellado hasta que las autoridades judiciales tomaran conocimiento del caso".
"Por las declaraciones de los empleados del hotel, se deduce que el señor Ewart, a la media noche del día último del año nuevo, salió al balcón por mera curiosidad, siendo entonces cuando algún tiro disparado al aire por uno de tantos individuos inconscientes fue a causarle la lesión que debe haberle privado de la vida casi instantáneamente".

Las extrañas circunstancias que rodearon su muerte dieron mucho que hablar. Stephen Graham escribió un libro sobre la muerte de su amigo Ewart, Life and last words of Wilfrid Ewart (Vida y últimas palabras de Wilfrid Ewart). Esa noche de fin de año de 1922, Graham y su mujer se despidieron de Ewart poco antes de la media noche y se fueron a sus respectivos hoteles. Extraña manera de despedir el año, así decidió poner fin a la velada media hora antes de las doce de la noche el señor Graham, debido al cansancio que manifestó. Algunas teorías literarias narran la posibilidad de que el señor Graham ofendido por una supuesta relación que ocultaban la señora Graham y Ewart planeó y llevó a cabo el crimen perfecto, aprovechando esa noche de loco jolgorio. Otras teorías van dirigidas a la envidia que le producía a Graham la fama de su amigo Ewart gracias a su novela Way of Revelarion, aclamada como la más sobresaliente en Inglaterra en el año 1921. La verdad es que ahora tampoco importa demasiado conocer la realidad de la muerte de Wilfrid Ewart, como le sucedió a aquel soldado británico que recibió una bala fría en mitad de la Tregua de Navidad, "debió ser un descuido, qué más da".

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