martes, 3 de febrero de 2015

DE LAS LEYES SOCIALES (I)


Entraremos sutilmente en un mundo típicamente atípico, perpetuo y cautivador, el mundo de Montesquieu. Para él las leyes están sujetas a la naturaleza de las cosas, no son más que relaciones naturales. En este sentido todos los seres tienen sus leyes, los animales, los materiales, el hombre tiene sus propias leyes. La ley, dijo Plutarco, es la reina de todos, decir que no hay nada justo ni injusto fuera de lo que ordenan o prohiben las leyes, es tanto como decir que los radios de un círculo no eran antes de trazarse la circunferencia.

Es necesario por tanto admitir que las leyes del mundo físico son mucho más acertadas que las leyes creadas por el hombre (el mundo inteligente), ya que estas no son constantes como las del mundo físico. La razón es que los seres inteligentes son de inteligencia limitada y por consiguiente sujetos a error; por otra parte, está en la naturaleza del hombre que obre por sí mismo. El hombre no sigue las leyes de manera constante como sucede en el mundo físico, de hecho las mismas leyes que crea tampoco las sigue. El hombre como ser físico se encuentra gobernado por leyes invariables, pero como ser inteligente, viola sin cesar las leyes de la naturaleza y cambia las que él mismo estableció. El hombre es un ser limitado, está sujeto a la ignorancia y al error, como toda inteligencia finita. Los débiles conocimientos que tiene, los pierde. Como criatura sensible, es presa de mil pasiones. Los pensadores previenen al hombre mediante las leyes de la moral creadas para vivir en sociedad. Los legisladores llaman al hombre a sus deberes por medio de las leyes políticas y civiles.

Pero el hombre es como es, esclavo de sus deseos, y tan pronto como empieza a vivir en sociedad pierde el sentimiento de flaqueza al ver que la igualdad se asienta entre todos. Esto, inevitablemente, deriva en un estado permanente de enfrentamiento. La posibilidad de ser superior a otro puede más que el sentimiento de igualdad y solidaridad. Este combate pueden ser de dos tipos: entre sociedades y entre particulares. Cada sociedad propia llega a comprender su fuerza; esto produce un estado de nación. A la vez, los particulares, dentro de cada sociedad, también empiezan a sentir su fuerza y procuran aprovechar cada uno para sí las ventajas de la sociedad; esto engendra el estado de lucha entre los particulares. Ambos estados de guerra han hecho necesario que se establezcan las leyes entre los hombres para mantener la paz y el orden entre sociedades y personas, leyes que hay que respetar si fuera necesario por la fuerza para evitar hostilidades.

La ley, en general, es la razón humana en cuanto se aplica al gobierno de todos los pueblos de la Tierra de manera igualitaria y solidaria; y las leyes políticas y civiles de cada nación no deben ser otra cosa sino casos particulares en que se aplica la misma razón humana.

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