martes, 13 de diciembre de 2016

MONUMENTS MEN

Como si se tratara de la película protagonizada por George Clooney, el vanagloriado ejército británico reclutará el próximo año a comisarios de museos, profesores de arte, restauradores, arquitectos y artistas con el fin de formar una brigada especial dedicada a la protección y conservación de obras de arte en zonas de conflicto, especialmente en toda la región de Oriente Medio. 

La idea parece buena, pero mirando los tesoros artísticos que expropiaron los británicos de otros países en tiempos pretéritos y que ahora descansan dentro de sus fronteras, tengo la ligera sospecha que detrás de esta operación hay algo más que el ilusorio "amor al arte". Porque como dijo el tío Gilito: nadie hace nada gratis. Y menos aún los británicos, los mismos de la City y del Brexit.

En la película de Clooney, los monuments men rescataron miles de obras de arte robadas por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, obras de Picasso, Rembrandt, Miguel Ángel, etc. Los cuarenta integrantes de aquella brigada artística abandonaron su trabajos en museos, universidades y galerías para unirse al ejercito aliado. Valientes que estuvieron en primera linea de fuego. Su labor pasó desapercibida durante mucho tiempo y nunca presumieron de su heroicidad. En cambio, su reencarnación contemporánea nace a bombo y platillo, como una gran operación de marketing y relaciones públicas.

La primera misión de los nuevos monuments men será evitar, en la medida de lo posible, la destrucción de las joyas artísticas y arquitectónicas de Oriente Medio en lugares donde luchan bandas terroristas del Estado Islámico, fuerzas del régimen de Assad, rebeldes sirios y tropas norteamericanas, rusas y británicas. Pero no solo eso, sino también poner coto al contrabando de objetos y mercado negro de piezas de arte que financia las actividades de los fundamentalistas. Eso dicen.

Es cierto que ver videos de destrucción artística por parte de unos bárbaros es desolador. Su salvajismo no les permite apreciar el arte y parece que el odio sea el combustible de sus acciones. Esa especie de éxtasis violento que rodea sus vidas se traduce en destrucción, en violencia y en muerte. Y es evidente, si no queremos parecernos a ellos, actuar ante semejante barbarie. Pero no perdamos el norte. En una zona de conflicto bélico la misión principal es salvar vidas humanas. ¿O es que hemos perdido la sensibilidad al dolor humano, al hambre, a la enfermedad, a la desolación, a la muerte? Quizá estamos demasiado acostumbrados a ver videos de atentados atroces que acaban con la vida de decenas de personas. Tal vez la lejanía, siempre tan engañosa (nada está lejos hoy en día), nos inyecta un potente anestésico sensorial y dejamos de ver al ser humano tal como es para transformarlo en un simple monigote. Pero eso sí, las obras de arte hay que mantenerlas a salvo.

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