martes, 8 de noviembre de 2016

UN ASESINO A PEDALES

Ocurrió la noche de Halloween en un pueblo de Granada. Amparado por la oscuridad del local de copas, X aguardó el momento adecuado para llevar a cabo su vil acto. En su bolsillo una navaja de 15 centímetros, en su cabeza una firme convicción: apuñalar a Y. 

Son ya las cuatro de la madrugada. X observa con pasividad a decenas de personas disfrazadas que charlan animadamente, beben y bailan en torno a él. Su oportunidad acaba de presentarse. Un cliente ha lanzado varios vasos contra la barra y se ha formado una trifulca. El dueño del local y el vigilante de seguridad intentan apaciguar los ánimos. X mete la mano en el bolsillo y acaricia la navaja. Llegó el momento. Se acerca a Y por la espalda, lo contempla unos segundos y a sangre fría lo apuñala en el abdomen. X abandona el local tranquilamente aprovechando el tumulto. Mientras a Y le arde el estómago y se le escapa la vida sin darse cuenta desplomado en suelo, X huye en una bicicleta robada. Ahora pedalea desaforado, el peso de los hechos es mayor que la cautela necesaria para evaporarse sin levantar sospechas. En la fuga le asalta una terrible incertidumbre. ¿Qué hacer con la navaja manchada de sangre? Tanto le abruma este pensamiento que se deshace de ella arrojándola en el primer sitio que considera adecuado sin detenerse a sopesar la decisión: dentro de una tubería. Después, X continúa su pedaleo frenético cruzando la noche hacia ningún destino. Solo desea alejarse. Le gustaría volar muy lejos, pero las bicicletas no vuelan, de hecho esa bicicleta no es suya y eso comienza a incomodarle: alguien la puede reclamar y quizá le hayan visto huir en esa bicicleta. Pero hacer desaparecer una bicicleta no es tan fácil como una navaja, aunque la navaja tenga una hoja de 15 centímetros. No sabe si abandonarla o llevársela a casa. Decide abandonarla pensando que sería una decisión acertada. Si la encuentran en su casa podría ser su perdición. Pero una vez más X no acertó en su decisión. Los investigadores encontraron la navaja en el interior de una tubería a unos cincuenta metros del local y posteriormente dieron con la bicicleta abandonada. Ambos hallazgos fueron clave. Cruzaron las diferentes muestras de ADN encontradas en los dos elementos y encontraron una coincidencia: X.

Pese a que los servicios de emergencia lograron trasladar a Y hasta un centro médico, murió desangrado. La hoja de la navaja había seccionado la arteria ilíaca. Las irrefutables pruebas de ADN colocaron a X en el lugar del crimen y con el arma en la mano.

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