martes, 9 de diciembre de 2014

YO QUIERO SER SHERLOCK HOLMES


Lo que nos cautiva o nos hastía, según se mire, del afamado Sherlock Holmes no es su altivez digna de reyes vanidosos con serias dificultades para relacionarse socialmente, ni tampoco poseer el título de "el detective más famoso de la historia", ni siquiera tener la capacidad de solucionar los enigmas más irresolubles; lo que nos fascina de Sherlock Holmes es ese talento adivinatorio, casi mágico, que utiliza para desvelar lo oculto mediante la observación y el razonamiento deductivo. Nos maravillamos cuando Arthur Conan Doyle narra una de esas escenas fascinantes en las que Holmes examina a una persona o un lugar y es capaz de ver lo que a ojos de otros es invisible o pasa absolutamente desapercibido. Gracias a su perspicacia y su inteligencia conjugada con su conocimiento y sus cinco sentidos, Holmes es capaz de adivinar la forma de vida de una persona con solo observarla unos segundos o qué ha hecho el día anterior o cuáles son sus intenciones. Leemos (si es libro) o miramos (si es película) asombrados como el detective es capaz de deducir, de saber, lo que nadie más podría averiguar. De esta manera se le atribuyen una serie de poderes que lo hacen irremediablemente vencedor antes de entrar en combate. Holmes se convierte en un héroe, un semidiós, un nuevo hijo de Zeus, poseedor de unas capacidades sobrenaturales solo al alcance de los dioses. Esto nos deja al resto de los humanos como auténticos inútiles incapaces llegarle a la suela de los zapatos y no le falta razón al señor Doyle, solo con mirar a nuestro alrededor nos daremos cuenta de lo rematadamente humanos que somos.

Imaginar es fácil, una mente estimulada y bombardeada con potentes inputs (sobretodo si te encuentras sumergido en el mundo "holmesiano" leyendo El sabueso de los Baskerville, El signo de los cuatro u otra novela de Sherlock Homes) se vuelve detectivesca de manera inconsciente. Nos transformamos en detectives, es cuestión de estímulo y percepción. Tras unas horas de vivir dentro del universo "holmesiano" salimos a la calle observando nuestra ciudad con otra perspectiva.

Uno de esos sucesos post-Sherlock Holmes tuvo lugar este fin de semana pasado. El sábado devoré las últimas páginas de El signo de los cuatro y el domingo fui a comprar el pan a primera hora. Me fijé, creyéndome el mismísimo Holmes, en las ojeras de la joven dependienta y su actitud algo despistada, como si tuviera la mente en otra parte, y deduje que había estado de fiesta la noche anterior. Además observé una especie de moratón en su cuello y pensé que su novio o una relación esporádica que aconteció la noche anterior se enganchó como un pulpo a su cuello. Los jóvenes tienen las hormonas por los aires, pensé. La chica tenía un piercing en la nariz que le atravesaba la parte inferior de lado a lado y dejaba ver dos pequeñas bolitas plateadas en cada orificio nasal. Destacaba su peinado: cabellos muy negros, cortos y despeinado voluntariamente. De todo esto, mi mente "holmesiana" dedujo que le gustaba la imagen y música punk o como mínimo alternativa, ahora esas bandas callejeras de los años ochenta no están tan definidas. Metido en la piel de Holmes y satisfecho de mis dotes detectivescas claramente influenciadas por la novela de Doyle, realicé estas deducciones mientras esperaba el turno en la cola del pan. Cuando ya me iba a tocar, apareció un señor de unos cincuenta y tantos años que se acercó al mostrador con cierta urgencia y le dijo a la joven dependienta:

— Vamos cariño, tenemos el tiempo justo. La audición es dentro de media hora.

Ella se acercó a él y le dio un beso en los labios.

— Sí, ya salgo, ¿no habrás olvidado el violín?

— No, lo tengo en el coche, ¿cómo te encuentras?. No tienes muy buena cara, ya te dije que no era necesario practicar hasta tan tarde.

— Sí, lo se, pero los nervios no me dejaban dormir y decidí practicar. Hoy es un día muy importante para mí, después de tantos años de trabajo tengo la posibilidad de formar parte de una orquesta profesional si paso la audición.

— ¿Y la contractura del cuello?

— Mejor, todavía siento alguna molestia pero mejor.

La chica se despidió de sus compañeras de trabajo y atravesó el mostrador por un hueco lateral. La pareja se cogió por la cintura y se marchó caminado mientras los miraba decepcionado. Mis dotes "holmesianas" quedaron por lo suelos, adiviné, o mejor dicho fabulé. La diferencia con Sherlock Holmes es que él no vive en la realidad y por lo tanto es una ficción que hacemos nosotros a nuestra medida.

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