martes, 21 de octubre de 2014

COSAS QUE NUNCA CAMBIAN


Esta España carnavalesca en la que vivimos viene de lejos. Aquí la fiesta que vaya por delante. Si en un pueblo no hay dinero para pagar una escuela pública la solución es: que los niños cojan un autobús y se marchen a otro sitio a estudiar. Eso sí, la fiesta del pueblo ni tocarla, esos cuatro días son sagrados (propongo la solución contraria, quedarnos con la escuela y que cojamos el autobús para ir de fiesta a otro sitio, ¿?). Es mejor gastarse cincuenta o sesenta mil euros en montar una plaza de toros maltrecha para que los jóvenes se diviertan corriendo delante de un puñado de vaquillas esos cuatro días y tres novilleros mediocres acaben descabellando a lo bestia a esos pobres animales que son la base de una celebración anacrónica, sangrienta e inhumana. Es mejor que cada noche una orquesta de música popular dé la tabarra hasta las cinco de la mañana mientras esos jóvenes se cogen una cogorza de miedo hasta que la cosa terminan a hostia limpia. Y mientras pasan esos cuatro días el populacho parece contento… ¿y luego qué?. Es mejor fomentar esa tradición tan de aquí a costa de no tener escuela (la educación, un termino muy aleatorio para los que deciden donde gastar el erario público), o de no tener una pequeña biblioteca con un par de colecciones de libros y varios periódicos, o de carecer de servicios sociales (algo que parece de otro planeta según donde), o de mantener un alumbrado y alcantarillado defectuoso durante décadas, o de olvidarse de las personas que habitan todo el año en esos pueblos… El pueblo es así, no hay dinero, quién quiera que se marche a la capital. Afirmación que he oído en varias ocasiones en diferentes lugares. 

Las fiestas del Rocío tan populares y tan de comparsa son un auténtico desastre. Miles de personas atraviesan la zona natural protegida más grande de Europa dejando tras de sí un asqueroso rastro de suciedad y desorden. El equilibrio natural tan delicado de Doñana se desmorona en un plis-plas. Pasan cantando y bebiendo alegremente como si la mismísima virgen les esperase al otro lado de las marismas con las puertas de cielo abiertas. Y luego no hay dinero para los libros escolares de sus hijos…

La inauguraciones de cualquier celebración o evento político son tan espectaculares, en esta nuestra querida España, que si viniera Steven Spielberg se quedaría asombrado al darse cuenta que la entrega de los Oscar es una nimiedad comparado con estas inauguraciones: 

Grandiosa exposición en el Museo de la Artes y de las Ciencias de Valencia, asistirán cientos de personalidades…, el catering corre a cargo de…, la velada se prolongará hasta la madrugada con la actuación…

El MNAC de Barcelona celebra su cincuenta aniversario por todo lo alto. La plana mayor de la política y empresarios disfrutará de una cena suntuosa elaborada por el súper cocinero mundial…

La obra social (bonita manera de limpiar dinero) del banco de turno, inaugura gracias a la colaboración del Ayuntamiento de Madrid un nuevo y precioso edificio destinado a… más de mil ilustres invitados de varios países…

Y esto es más o menos lo que se ve, miedo me da imaginar y mucho más miedo me daría saber las cantidades ingentes de nuestro dinero público destinado a estas celebraciones faraónicas y a la manutención extra-lux de nuestros políticos sobretodo si tenemos en cuenta los increíbles índices de paro y pobreza que sufrimos desde hace años. Al parecer, hay cosas que nunca cambian.

Parece claro que la fiesta es algo que nos define y nos caracteriza. También parece claro que toda Europa nos ve como lo que somos, unos fiesteros sin cabeza que se gastan sus cuatro euros en verbenas y guateques, y luego piden más ayudas al resto de países europeos. Eso sí, cuando vienen a pasar el verano los ingleses, alemanes, holandeses o franceses disfrutan como enanos y a todos les encanta España, pero pasados esos días, adiós muy buenas. Además de puta ponemos la cama. En eso nos hemos quedado y visto lo visto parece que a nuestros políticos ya le parece bien, ellos a forrarse y el pueblo llano y aborregado a aplaudir esas maravillosas fiestas populares y tradicionales repartidas a lo largo y ancho del territorio español.

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