La lectura de Rebelión en la granja es ilustrativa en la cuestión política, pues analiza una multitud de fenómenos de esta especie y de ella pareciera desprenderse una cierta tendencia común en los personajes que poseen el poder en las sociedades. Es una fabulosa radiografía política de la corrupción y el horror que rodean al poder sin límites.
Platón definió al poder como “el ejercicio del mando”. Desde entonces la idea de poder está muy cercana al concepto de mandar. Poder fue entonces capacidad de ordenar. El positivismo prestó atención a la relación política fundamental entre el mando y la obediencia; nociones correlativas que constituyen la esencia del poder. Cualesquiera que sean los problemas sociales, las técnicas políticas, las tendencias de las revoluciones, el ejercicio del poder – poder-mando-obediencia – no variará ni en su esencia.
El precursor en ciencias políticas H. Lasswell admitió que si una decisión no es obedecida no se ha ejercido el poder, no obstante, afirma, la relación mando-obediencia se produce en muchos matices, matices que son abordados por George Orwell de manera magistral. Así, George Orwell nos revela que el poder puede ser ejercido por el ejercicio de la fuerza, por manipulación, por coacción, por influencia o bien por consenso. Por ejemplo: Orwell enseña al lector que el miedo ocupa un papel importante en la obediencia al poder. Otra moraleja política que se desprende de esta fábula es la que se refiere a la influencia. La influencia es “la capacidad para hacerse obedecer, pero sin recurrir ni a la fuerza ni a la amenaza o al miedo”.
No obstante, Orwell nos enseña que en el ejercicio del poder no es fundamental que la obediencia hacia la autoridad (el que manda) sea apoyada conscientemente por el razonamiento; es suficiente que ese razonamiento esté presente y reconocido. Si el que manda, impone algo y anteriormente ya has reconocido y aceptado su poder, estás obedeciendo sin ser consciente de ello. Te has convertido en un sumiso, en una oveja de la novela de Orwell.
Uno se pregunta si dominación, influencia, coacción, manipulación o fuerza sustentan verdaderamente la relación mandato-obediencia. Según parece estas nociones sí sustentan al poder. Es quizá por eso que Mario Vargas Llosa afirma que “el poder hay que limitarlo, reducirlo al mínimo, porque cuando a un ser humano se le da todo el poder aparece la crueldad”.
De la alegoría de Orwell se pueden deducir multitud de moralejas, no obstante la moraleja universal de este texto podría ser la referente al uso de la fuerza y la obediencia y su relación con el poder y la corrupción. Una lectura actual de la obra nos alecciona en el sentido de que es en la corrupción generalizada, donde es imposible mantener una dignidad, porque uno está obligado a entrar en los mecanismos del engaño. Y ése es el legado peor para las futuras generaciones. Los hombres mueren, pero la herencia queda.
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