martes, 18 de marzo de 2014

RETALES DE ESCRITORIO


En mi escritorio tengo por costumbre colgar imágenes de lugares que estuvieron presentes en mi pasado o forman parte de mi hoy. Hay prendida una preciosa foto de la calle Alcalá con su admirada puerta al fondo de la imagen, en un día encapotado, frío y nevoso del invierno madrileño en el que se aprecian algunos copos cayendo lánguidamente. También hay un precioso montaje de varias fotos que hice desde el mirador de la planta 95 del Empire State en la que se ve toda la parte norte de Nueva York situada entre el Hudson y el East River con Central Park en el centro de la imagen y cientos de rascacielos emergiendo como colosos cobijados bajo un fabuloso cielo azul celeste. También hay en mi escritorio fotografías captadas desde el mar en las que se ve la linea de costa barcelonesa y algunos veleros escorados luchando contra el viento y las olas en su lento peregrinaje hacia el puerto salvador. Veo a Zape en mi escritorio (el moreno de Zipi y Zape, Zipi era el rubio) y a Pinocho y un dibujo a carboncillo de un velocípedo (esas vetustas y entrañables bicicletas que tenían una rueda exageradamente grande y otra pequeña), el origen de nuestra bicicleta actual inventada en 1873. Miro y también veo un recorte de aquel juego llamado "Magia borrás", una caja azul marino con grandes letras amarillas y una varita mágica cruzando de lado a lado. Incluso tengo un recorte de la famosa boca con la lengua fuera de los Rolling de un rojo chillón apabullante. Una de mis últimas adquisiciones es la fotografía de unos patucos recortados con el escudo del "Atleti" zurcido en el empeine en recuerdo de mi segunda paternidad recientemente estrenada, ¿será colchonero como su padre?… También hay recortado un cuadro de Miró que me fascina, otro de Picasso (uno de su inquietantes retratos cubistas de mujeres con narices prominentes) y otro de Velázquez, concretamente un pequeño fragmento del cuadro de "Las Meninas" en el que aparece él autorretratato, viste un peto negro con la cruz roja de la Orden de Santiago en el pecho y que por cierto, si le ponemos unos quevedos (su nombre viene del ilustre escritor español del Siglo de Oro), el parecido con el propio Quevedo es asombroso ¿eran familiares?. El Chat Noir también está presente...
Son pequeños retales de mi vida, de mis inquietudes, de mis dichas. Instantes que han sido, son y serán.

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