martes, 15 de septiembre de 2015

LOS GENES NATURALES

La Tierra es un pequeño pueblo del universo, quien diga lo contrario es un vanidoso o un inepto. Partiendo de esta premisa, es evidente que fanfarrones presuntuosos que solo saben mirar a su propio ombligo los hay por doquier, los ha habido y los habrá. Dentro de la especie humana hay una gran variedad de fenotipos cada uno con su genotipo particular y a la vez similar. Siete mil millones de personas con su ADN propio y todos tenemos un 98% de similitud con el ADN del chimpancé, solo nos diferencia de ser un mono un 2% de nuestro ADN (¿?). “No se asusten todavía, que aún hay más”, casi como decía el Superatón (“asusten” por “vayan”, para los neófitos). Esto me viene de perlas para la siguiente comparación, porque la similitud del ADN humano y el de un ratón es un 99% (según los últimos estudios de Nature), nos salva un 1%. Otro ejemplo es el de la mosca, compartimos un 44% de similitud, tengo mis dudas, algún personaje que conozco seguro que más, los digo por eso de la “mosca cajonera”. Con la levadura compartimos un 26%, los alemanes quizá más, eso de darle tanto a la cerveza…, algo habrá. Las pequeñas plantas campestres, como los matorrales por ejemplo, comparten con nosotros un 18%, aquí pinchamos un poco, quizá sea este el defecto y el origen de la soberbia, la envidia, la vanidad, el enfrentamiento y otras bagatelas tan propias de ser humano: nos parecemos más a las ratas que a las plantas.

Observemos la fotografía de abajo. Las pequeñas hierbas y arbustos pueblan tranquilamente la espesa superficie campestre. Nacen en su lugar y crecen armónicamente sin disputas ni enfrentamientos. Viven la vida. El sol y el agua del río riegan plácidamente el precioso valle, es su entorno vital. Los pinos se desarrollan sin pudor, alegres, juntos y felices. La flora de este valle comparte el aire, el agua, la tierra con alborozo para crear vida, su vida insignificante y a la vez tan relevante. La paz y el equilibrio son perfectos. La naturaleza es sabia.

Todavía tenemos que aprender mucho, me refiero al ser humano. Creemos que somos la especie superior, pero viendo esta imagen y comparándola con nuestros entornos habituales de convivencia y las esperpénticas formas que tenemos de relacionarnos y organizarnos, surgen muchas dudas. Es algo que todos notamos, solo con sentarnos en el banco del la imagen durante unos minutos podemos entender lo miserable que es el ser humano, unos más que otros, claro.

Visto lo visto, lanzo una idea, un cambio vital para los habitantes humanoides del planeta Tierra. A los científicos que estudian y experimentan con genes me dirijo. Cojan a unos cuantos seres humanos, que haya variedad, pero sobretodo prueben con un buen número de esos personajes tan soberbios y altivos que encabezan los telediarios de medio mundo, y manipulen sus genes hasta que consigan un ADN más natural, como por ejemplo el ADN de una margarita (tal vez, si resulta, tengamos la fórmula para apaciguar al violento, al ser margarita…), o una encina tan habitual en nuestro entorno (quizá se fortalezca al débil), o un olivo con ese oro líquido que nos da (será bueno para relacionarse con más fluidez), o incluso una vid (alegría para los tristes). Imagino que si se mezcla el ADN de diversas plantas se podrían conseguir verdaderos prodigios en los futuros seres humanos. Inyecten, ensayen, comprueben, enrosquen y hagan lo que sea necesario para cambiarlos y aumentar ese irrisorio 18% de similitud con las plantas. El resultado, sea el que sea, será para mejor sin duda. Y si a lo largo de los siglos, conseguimos similitudes de nuestro ADN con el de las plantas de un 90% o más, creo que viviremos en un mundo mejor. 

Tal vez parezca un idea descabellada, pero viendo el comportamiento y la actitud de la raza humana, y de alguno de sus miembros en concreto, creo que vale la pena intentarlo. Y si de momento, la ciencia no está tan desarrollada como para plantearse tamaña hazaña, ruego al personal darse largas caminatas por entornos naturales como el de la imagen, a ver si se nos pega algo.


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